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Opinión #Opinión

Salvavidas de plomo (cuando el discurso mata)

Martes 3 de abril de 2007

“Es tan grande a veces la presión internacional sobre una persona que hay momentos en que la derivación y la explosión de su personalidad se va hacia cualquier lado. Diego es famoso de verdad. Famoso de una manera poco común. En todas las partes en donde hemos estado la presión ha sido tan grande que Diego nunca tuvo paz. Esta presión multiplicada a través de los años infiere de una manera tan patológica que llega un momento en que no se soporta. La hepatitis de tipo agudo que tiene, es un caso que se da en el alcoholismo”.

Alfredo Cahe, médico personal de Diego Armando Maradona.

 

El egoísmo abrasa. Sí, sin zeta. Consume y asfixia.

“¡Dale, vos puedes!... ¡vamos, una más, solo una más!, pide la doce en el tablón y suplica el abuelo en la mecedora de mimbre con un vaso de vino tinto al borde del desequilibrio. Al fin de cuentas eres el genio del siglo, el que alguna vez metió la mano divina en el corazón de los ingleses que nos habían robado las Islas. Eres más famoso que el dulce de leche: “Maradona”, dicen los extranjeros cuando reconocen a un argentino.

No has envejecido... ¿No es cierto? No tienes derecho a acusar el paso de los años. Y menos mal que tuviste la buena idea de ponerte ese cinturón en el estómago para bajar de peso. Así, gordo como estabas, no encajabas en la idea que tenemos de vos. Que es tu única verdad. Tu sola realidad.

Diego, eres el dios. El diez. La gente como vos no puede defraudarnos.

 

 

¿Por qué te internaron? ¿Otra vez con la historieta de la cocaína? ¿O es acaso cierto que el hígado no te da más porque le estás dando fuerte al alcohol? Basta, loco. ¿Qué te pasa? ¿No te das cuenta que nos haces sufrir? ¿No te enteraste que cada vez te quedan menos sanatorios en la lista porque no quieren que peguemos cartelitos alentándote, ni que nos juntemos en la puerta?

 

 

Tampoco es cuestión de que hagas lío, Diego. Vos sabes bien de qué te hablamos cuando te hablamos. Pero nos alegramos de que te hayan internado. Hacía tiempo que estos muchachos de los diarios y la tele no hablaban de vos. Bien hecho. Ahora se la pasan todo el día dale y dale con Maradona. Ni que te conocieran y quisieran como nosotros. De vez en cuando nos filman aquí detrás del vallado y le mandamos saludos a la bruja en directo. Está bueno porque así sabe bien que uno no anda de copas con los amigos.

 

 

Hablando de brujas... si quieres convencer a la tuya, que como dices “no te tira un centro”, no te metas con esa minita de Fiorito que seguramente te quiere solo para la fama. Vamos, loco... Claudia es tu jermu. Ni vos te crees esa mentirita de que andas metido en un noviazgo con otra. Ninguna es como Claudia, como la señora Villafañe de Maradona.

 

 

Pasan cosas graciosas aquí afuera. Hace rato escuchamos que la culpa de todo es del entorno. ¡Claro, hermano! Ahora resulta que los médicos descubrieron la pólvora y recomiendan que te cuides de quienes te rodean. Mirá qué genios. Nosotros sabemos desde siempre que son esos los que te hacen meter “la gamba”.

 

 

Cuando te vemos medio mal sacando cuerpo entero en el palco de la Bombonera, tenemos ganas de armar un escándalo. Pero vos, como siempre, te das cuenta y nos señalas en la bandeja de la popular para que nos quedemos tranquilos. Y ahí cantamos la de Rodrigo en la parte que dice... “y todo el pueblo cantó, Maradó… Maradó, era la mano de Dios...” o la del mundial pasado... “no me arrepiento de este amor, aunque me duela el corazón”... Sí, duele hermano. Por eso estamos haciendo guardia. Por eso seguimos escuchando las gansadas de Cahe y los otros cuando dicen que estás peleando con una adicción... ¿qué saben esos si no tienen cancha, si no tienen noche? Fijate bien a partir de hoy en quien confías y en quien no, Diego.

 

 

Pasa que andas con mucho laburo. Debe ser un peso enorme ser Diego todo el día, los 365 días del año. Aflojá un poco. Tienes que pensar un poco más en Dalma y en Giannina, que son “tus únicas hijas”... yendo a eso... es un bajón que no reconozcas al pibito ese que te quiere como un padre en Italia. Pero bueno, son tus decisiones y por algo lo harás. Pero mucha gente quedó medio mal con ese tema, Diego... ¿por qué no lo piensas de nuevo? Dicen los psicólogos del Güemes que andas con un trauma... ¿será por eso? Vas a zafar. Estamos seguros. Ya sabemos que “el barba” está con vos y te cuida. ¿Cómo Dios no se va a hacer cargo del diez? Si hasta él lloró cuando te cortaron las piernas en el mundial por ese examen de doping que te dio positivo.

 

 

Naciste un 30 de octubre y este año tienes que festejar de nuevo. Con asadito en Fiorito, o con cerveza en los bares de amigos. Pero sabemos que no estás dispuesto a perderte tu cumpleaños.

 

 

Sos un genio, maestro. Y más cuando te internan y demuestras que eres capaz de vencer cualquier enfermedad.

 

 

Claro, un tipo que jugó más de 692 partidos oficiales con 352 goles en sus piernas; con un récord de 90 encuentros con la camiseta de la selección nacional; y el máximo goleador del mundo, incluso más que el rey Pelé (por eso sos el diez, el dios... que quede en el trono él. A vos te reservamos el cielo) no se puede preocupar por pavadas. Por eso aquello de que hay que andar cuidándose para no abusar de las comidas, ni tomar más de una copita de vino es una burla... ¿Qué quieren verte muerto los que dicen que te curan?

 

 

Nosotros te entendemos y te queremos de verdad. Porque sos una pasión, un ídolo, el gran goleador del mundo. Gracias a vos nos conocen en todos lados. Hasta en las Malvinas nos conocen y a más de un inglés se le escapa un gritito de emoción embroncada cuando ve una foto tuya.

Tomá los remedios y apurate por estar bien. Nunca te vamos a perdonar que hayas abandonado el césped. Nos dejaste huérfanos de goles. Y encima tenemos que andar aconsejándote aquí a la intemperie.

 

 

¿Hepatitis?... mentira, hepatitis tienen los chicos. A vos te falló el zurdo nada más. Así que dejá de hacerte el zonzo y levantate rapidito porque no nos vas a negar que lo del Showball está bueno y que volvimos a sonreír con eso. ¿Qué el cuore? Vamos, Dios, diez... si te falla te regalamos otro. Alguno artificial. O un buen baipás... como ese que inventó este hombre… ¿cómo se llamaba?... A ver che, hagan un poquito de silencio... ¿Cómo era que se llamaba? Ah... sí, Favarolo. ¿Favaloro?... Bueno, ese. No viene al caso... ¡Vamos Diego! ¡Una más! ¡Solo una más!

¿Presión?... Vamos… cantemos… “¡y dale alegría, alegría a mi corazón… es lo único que te pedimos al menos hoy! ¡Aguante la doce!”

 

 

 

*Nota: El artículo fue originalmente publicado por su autor en el año 2007. Diego estaba internado en el sanatorio Güemes por una hepatitis aguda y su médico de cabecera era Cahe. Multitudes se agolpaban en la calle detrás del vallado de la institución de salud. Y así salió este artículo. Casi premonitorio. Trece años antes. El discurso mata.

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