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Opinión #Opinión

Dependencia afectiva patológica

Salir de la dependencia emocional que genera el vínculo traumático con un narcisista patológico, no es una tarea fácil. Para la recuperación se necesita paciencia, tiempo y asumir que tenemos un problema.

Para lograr poder entrar en un proceso de recuperación, se necesita convicción.

 

La fortaleza saldrá de la felicidad que da el ir recuperando la libertad y la perspectiva de aprender a construir vínculos sanos en todas las áreas de la vida.

 

La paradoja de la independencia psicológica de los seres humanos radica en que, desde que nacemos, necesitamos de un gran “otro” que nos de seguridad, nos mire, nos hable, nos escuche y nos de un buen “holding” (la función de sostén) junto con su apoyo incondicional para crecer sobre una base segura.

 

Es menester pensar que en todos los vínculos pueden surgir conflictos y es esperable que haya cierto grado de dependencia a lo largo de la vida de relación; pero la dependencia nunca debe ser tan enferma que lleve a la persona a pensar y sentir que “No soy nada sin tu amor”.

Si a la persona es un “otro” quien le da identidad y sin cuya presencia se siente nadie, nos encontramos en el terreno de las dependencias afectivas patológicas. Esos vínculos en los que se le ceden las riendas de la propia vida a otro y se le entrega el poder. Relaciones en las que hay un terrible grado de padecimiento y aún así se continúa el vínculo sin poder salir.

 

Hay cinco características de las dependencias afectivas patológicas (DAP) que nos pueden ayudar a reconocerlas:

Temor mórbido a la soledad:

 

La persona siente que prefiere estar en una mala relación antes que quedarse sola.

Puede ir saltando de vínculo en vínculo, repitiendo los mismos patrones con tal de no quedarse sola.

Anteponer siempre a los demás:

 

Teniendo la falsa idea de que si cede en todo y es complaciente, el otro se quedará a su lado.

El otro siempre es prioridad.

 

Intolerancia al rechazo y a la sensación de abandono:

 

Ante la idea de que alguien se aleje, sienten que se mueren.

Se vuelven obsesivos.

 

Se revuelcan del dolor, la ansiedad y la desesperación por que el otro es el eje de su vida.

 

Tendencia a sentir culpa:

 

Siempre quieren hacer méritos para que los otros lo validen y valoren. No soportan sentirse en falta.

 

Tendencia a dramatizar que deja en evidencia la enorme necesidad que tienen:

 

Piensan que el otro es su medicina emocional y hacen cualquier cosa para que se quede.

 

Se vuelven adictos a ayudar, aun cuando nadie se los pide. Sólo para que se queden a su lado.

 

Estos sujetos dejan de lado sus intereses con tal de mantener cerca a una pareja. Necesitan sentir que tienen cierto “control” sobre el otro y pierden el interés por todo lo que no esté relacionado con su compañero.

 

No sienten que valen por si mismos; sino de acuerdo a la valoración que el otro les da; y necesitan la constante aprobación de los otros.

Son personas que piensan que el amor romántico es lo máximo en la vida: La pareja está primero, todo lo demás es secundario; llegando a permitir abusos y malos tratos por el temor de perder a su pareja y no se dan cuenta que así el mensaje que dan es: “Puedes hacer lo que se te dé la gana conmigo”.

 

El amor sano se trata de tener una relación equilibrada. Es amar al otro; pero nunca por encima de uno mismo ni a costa del propio respeto y dignidad.

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