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Opinión #ConflictoBélico

Armenia y el fracaso de la política

La guerra que comenzó hace casi un mes entre Azerbaiyán y Armenia en la disputada región de Nagorno-Karabaj y que todos suponían duraría unos pocos días se ha convertido en un pantano mortal para ambos bandos, la política internacional y la humanidad toda.

Agrandar imagen Si la región de Nagorno-Karavaj desaparece como asentamiento poblacional armenio, la humanidad estará descendiendo a un nuevo episodio de obscuridad que apagará definitivamente las luces de los organismos creados para defender la paz.
Si la región de Nagorno-Karavaj desaparece como asentamiento poblacional armenio, la humanidad estará descendiendo a un nuevo episodio de obscuridad que apagará definitivamente las luces de los organismos creados para defender la paz.

Esta guerra pasará a estudiarse en los libros de los institutos militares desde muchos puntos de vista, ya que estamos asistiendo a un enfrentamiento basado en presupuestos económicos, reduciendo la ecuación humana a una cuestión de dinero.

Gracias a su riqueza petrolera, Azerbaiyán pudo expandir su capacidad militar sumando a su arsenal drones no tripulados de los tipos kamikaze, de observación avanzada y artillados. Utilizándolos en forma masiva como nunca se vio en otro conflicto bélico hasta este momento. Esto debido a la constante inversión anual realizada en su sector militar y recordando que Armenia es un país pobre con una población aproximada de 3 millones de habitantes (contra unos 10 millones de Azerbaiyán). Sólo a nivel militar, Azerbaiyán invierte lo mismo que todo el presupuesto nacional del Gobierno Armenio. País este último, que tuvo que haber tomado en consideración los reclamos de soberanía por parte de un Azerbaiyán que amenazaba constantemente con tomar por asalto esos territorios. Los militares armenios no prestaron atención al proceso de rearme de sus vecinos y tendrían que haber recordado que su país está rodeado de enemigos que les cerrarían las fronteras en caso de conflicto, haciéndoles difícil el suministro de armamentos.

Era cuestión de tiempo que la guerra estallara una vez más.

Debemos decir lamentablemente que el gobierno Armenio no está realizando ningún esfuerzo serio para tomar en consideración el destructivo resultado de las acciones de los drones sobre sus tropas terrestres y ha decidido mantener las mismas tácticas militares una y otra vez sin poder adaptarse a las condiciones cambiantes del campo de batalla, llenando el terreno con equipo y soldados sólo para ser aniquilados una vez tras otra por la combinación de las acciones de estas naves no tripuladas.

Mientras Azerbaiyán intenta combatir una guerra del futuro desde el aire y con computadoras, Armenia combate con tácticas obsoletas heredadas de la época de la guerra fría y con los manuales de la antigua doctrina soviética, donde la resolución de la batalla se basa en el sacrificio individual del guerrero. Es así que el final de esta guerra dejará escrito en sangre cuál de los dos postulados fue el acertado.

El conflicto sigue sumando victimas militares y civiles, viendose por del lado azerí un salvajismo cada vez más exacerbado debido a sus triunfos; en los que presenciamos el fusilamiento de soldados armenios a los que como castigo se envuelve en su bandera como ejemplo a los demás combatientes de su destino, y como método de inspirar terror sobre poblaciones civiles. Tenemos que agregar a estas miserias que trae la guerra, un ataque al hospital militar armenio cercano a Martakert el 15 de Octubre, y las filmaciones de decapitaciones y despellejamientos de soldados muertos o heridos en una orgía de odio y sangre. También los violentos ataques contra poblaciones civiles por parte de Armenia que utilizando misiles balísticos han destruido ciudades como Ganja-Gabdzak en Azerbaiyán en respuesta a los ataques azeríes con bombas racimo que han destruido a las ciudades de Stepanakert y Shushi en armenia.

Ambos bandos están violando todas las convenciones internacionales ( la desesperación o la victoria no deben hacer perder las consideraciones humanitarias de la guerra). Dicho esto y volviendo a las responsabilidades de los militares para con sus propios soldados, debemos decir que la sangre corre por las manos de los dirigentes y generales inoperantes armenios, que han simplemente ignorado esta realidad militar cambiante y de la que ahora su pueblo está pagando las consecuencias. Mientras que los drones de Azerbaiyán, cual los cuatro jinetes de la apocalipsis; traen destrucción, sangre y muerte; los generales armenios no pueden adaptarse y aprender las lecciones de los campos de batalla de Siria, Libia y ahora de su propio territorio.

Las tropas de infantería de Armenia dominan en el campo de batalla equiparando con su valentía y heroísmo individual las falencias a las que han sido expuestos por la cúpula militar y la tozudez de su presidente que no está dispuesto a negociar un alto el fuego. Por otro lado los generales de Azerbaiyán envían a la muerte toda una generación de sus hijos en pos de un avance territorial que les está siendo muy difícil de completar.

La desesperanza sobrevuela el campo de Armenia que está perdiendo esta guerra y aún espera como última alternativa que su aliado Rusia lo ayude. Lo que más nos debería preocupar es el silencio de la comunidad internacional frente a las violaciones de los derechos humanos y a la virtual limpieza étnica que llevan a cabo las fuerzas combatientes azeríes en su avance, lo que resulta totalmente inmoral; pero no sorprendente porque este peligroso camino belicista insta a los países que se sienten más poderosos a resolver sus problemas territoriales o comerciales en forma militar. Lo que realta una vez más la lamentable inutilidad de las Naciones Unidas, de su Consejo de Seguridad y de la Cruz Roja Internacional que desde hace años se han convertido en parodias de sí mismas. Y en cuerpos totalmente politizados donde los intereses particulares privan por sobre la vida humana.

Es por esto que muchos pequeños países están mirando el conflicto con gran preocupación pensando ya como adquirir armas de destrucción masiva como las nucleares a fin de asegurar su existencia; y si esto no es posible, que el enemigo también desaparezca con ellos.

Si la región de Nagorno-Karavaj desaparece como asentamiento poblacional armenio, la humanidad estará descendiendo a un nuevo episodio de obscuridad que apagará definitivamente las luces de los organismos creados para defender la paz.

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