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Opinión #SéptimoArte

Anécdotas de cine: Conversaciones con un director

Hoy: Renee Russo y Yo. Coautor: Hernán Kriscautzky.

Agrandar imagen Pablo Argañaras, director de cine.
Pablo Argañaras, director de cine.

Corría el año 2000, me encontraba exiliado en Miami Beach, donde trabajaba en el negocio de mi tío Roly. Como todos los días, mientras vivía en Miami, iba al mar después del trabajo.

Cuando llego, me encuentro que la senda para pasar a la playa estaba cortada por una cinta. No era solo la senda en realidad; sino 50 metros de playa vallados que impedían cruzar. Se podía para un costado y para el otro; pero había que dar un rodeo.

Me doy cuenta que era un rodaje porque había unos camiones de donde bajaban unos brutos de arcos de carbón. Los brutos les llamábamos a unos tachos enormes con lámparas alimentados por generadores que hacían luz de relleno a la sombra del sol. Dense una idea lo potente de esa luz. Tenía que ser igual que la luz solar para que los espectadores no notasen nada en la pantalla. Eran tiempos donde el retoque digital no era aun una práctica común como hoy. Había también carros de Travelling, esos que en los “detrás de escena” se ven sobre rieles que se arman para que los movimientos de cámara sean fluidos, y sobre los que van colocados la cámara y el camarógrafo, que son empujados a las órdenes del director de fotografía. Lo que aquí reemplazamos en “Stromata” con unas maderas y una silla de ruedas que corría por encima, aunque en común con Hollywood puedo decir que nuestro camarógrafo Emiliano Dech también iba sentado. En “La Mirada de Huguito” era menos sofisticado, me metía dentro de un carro de supermercado y me empujaban.

Había también un camión donde se vestían los actores, otro para el equipo técnico, otro solo para los generadores de energía, y varios colectivos: uno para los técnicos, otro para los actores, etc. Como argentino, yo me desesperaba porque aquí hago todo, armar luces, colocar los tachos, etc. Y allá cada uno hace una cosa: uno abría las patas del trípode y lo extendía, otro lo nivelaba, otro colocaba la cámara y otro ponía el parasol. Era muchísima gente trabajando, y yo pensaba “para qué tanta gente, les puedo hacer todo eso yo solo”. Era un enjambre de trabajadores, funcionando como engranajes de una gran maquinaria.

En eso empiezan a desfilar lo que parecían ser unos mozos. Me acerco a ese sector de la valla y efectivamente, eran mozos con bandejas llenas frutas, agua, jugos, etc.

Veo en la dirección adonde llevaban las cosas y estaba Rene Russo con el director Barry Sonnenfeld (el de Men In Black y Los Locos Adams, entre otras), charlando cerca de la valla. Yo la miraba, estaba enamorado. Rene Russo era una mujer realmente hermosa. Cuando estaba por acercarme más a ese sector, armaron un caminito con madera sobre la arena. Iban caminando y había uno que con una escoba barría los granitos de arena que dejaban los pies de ellos. Tomaron un agua mineral, el director se sentó en su sillita, un asistente le tenía una sombrilla. Después, un ejército de gente les hacía todo. Aquí, uno tiene que hacer todo como si fuese un ejército “todo en uno”. Por eso entendí por qué había tantas letritas con créditos de gente al final de las películas El director dijo: “action”, “cut”, “it´s ok”. Y luego el enjambre ordenado desarmando todo. Cada uno realizando las tareas según su categoría, cada uno respetando la labor del otro por pequeña que sea. Eso me llamó mucho la atención. Y la belleza de Rene Russo, obvio.

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