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Poco Ortodoxa: La mirada del rabino Damián Karo sobre la popular serie

Cintia Suarez, escritora de Mama Antula, cuenta los detalles sobre la comunidad jasídica en la que se basa la historia

Ante el tiempo de dificultades por el que atraviesa el mundo entero, como consecuencia de la propagación del coronavirus, Cintia Suárez, autora del libro “Mama Antula, la mujer más rebelde de su tiempo”, comparte con todos los lectores de Nuevo Diario historias y curiosidades de la religiosidad que no se alejan a la actualidad por la que nos toca atravesar en estos días. La siguiente es la preparada de forma exclusiva para Nuevo Diario: “La serie Poco Ortodoxa se ha convertido en éxito mundial, Esty _la protagonista_ decide romper con los mandatos sociales y religiosos y huye a Satmar, la comunidad ortodoxa judía en la que ha sido criada en Nueva York. Como si fuera poco, después una dura infancia, la joven se casa y tiene un matrimonio poco feliz y por eso decide tomar un avión a Berlín, donde vive su madre, quien fue expulsada de la comunidad por ser homosexual. El resto de la historia la podrán encontrar en los cuatro capítulos de esta serie de Netflix. Poco Ortodoxa se basa en la historia real de una joven de treinta y cuatro años, Deborah Feldman que registró toda la epopeya que significo salir de una comunidad con normas estrictas con un estilo de vida alejado de la modernidad y más cercano al siglo XIX. Hombres y mujeres tienen bien delimitado qué puede hacer cada uno y qué no. Un celular con acceso a Internet parece ser una cosa de otro planeta para los miembros de Satmar, como refleja la serie en uno de sus pasajes. Una de la tantas escenas que disuenan con la vida de los que estamos en el mundo del afuera, tal vez sea cuando la protagonista debe raparse la cabeza antes de casarse y empezar a usar peluca en su nueva vida, ya que para la su comunidad el pelo es sinónimo de erotismo y se reserva para el mundo íntimo. Para conocer más sobre esta comunidad jasídica en la que se basa Poco Ortodoxa entrevistamos al rabino Damián Karo, que es decano del Instituto para Iberoamérica de Formación de Rabinos en la corriente de la Reforma Judía y parte del equipo rabínico del Templo Libertad, de Capital Federal. Damián, durante 20 años, fue miembro de la comunidad ortodoxa jasídica Jabad Lubavitch, a la cual ya no pertenece y nos comparte su experiencia:

 

- ¿Cómo es la cotidianidad en comunidades como la de Poco Ortodoxa?

- No todas las comunidades son iguales, hay más cerradas y menos cerradas. El punto en común es la concepción de la vida que tenemos. Tenemos una cosmología, una idea de dónde viene el mundo, cómo debe regirse, una idea religiosa particular y queremos obrar en consecuencia. Entendemos que los otros tienen otro modo de ver la vida con lo cual tenemos poco en común, con lo cual va a ser difícil que tengamos amigos que no escuchamos la misma música, no comemos en la misma comunidad. Los nombres son particulares, el modo en que nos vestimos. Los días feriados son distintos. Las diferencias son muy palpables. Hay una cierta cerrazón donde buscamos conscientemente protegernos de otras formas de vida. El ortodoxo fuerte, los jasídicos, como el grupo en el que yo estaba, que son un poquito más herméticos no van a la universidad porque se dedican a estudiar las Escrituras, hay gente que trabaja en cuestiones de oficio, comercio que no suele invertir mucho tiempo en estudio. La interacción con los no judíos es reducida. No utilizan la televisión en forma indiscriminada. En Internet se ponen filtros para solo acceder a algunas páginas, se escucha la música y se leen los libros de la comunidad. Se vive en comunidad, eso está arreglado, pero es una elección de cada uno. Las ventajas al ser una comunidad relativamente pequeña es que todos vamos al mismo negocio a comprar el tipo de comida que nosotros comemos, todos los chicos van al mismo colegio. Esta cuestión de pequeña comunidad es algo que nosotros hemos perdido como sociedad abierta, es decir una familia ampliada que nos permite acompañarnos en las buenas y en las malas, y resolver diferentes asuntos cotidianos. Esta cuestión de la comunidad muy presente en la vida de todos aparece claramente en la serie La Comunidad de la serie por un lado es muy cerrada y por otro lado tiene contacto con el mundo exterior. Usan teléfonos que no tienen acceso a Internet, hablan en yidish, toda la comunidad está pendiente de los que les pasa. Nosotros vemos cómo toda la familia sabe lo que le pasa a Esty y al marido en la intimidad, y lo vemos como una violación a la intimidad. En la primera escena se ve a la protagonista queriendo escapar y sale con una bolsa en la mano. Toma un taxi y pide ir por un camino donde no la vea la comunidad, y lo hace a pesar de que ya está huyendo de esa vida en comunidad. La comunidad se mete en la vida de todos, donde todos deben ver lo mismo, sentir lo mismo, querer hacer lo mismo, acorde a las Escrituras, la tradición y las palabras del Rebe, que ya no es solamente un rabino. El Rebe, en las cortes jasídicas, es como el líder de todo ese movimiento y se le pregunta a él qué hacer cuando algo se sale de lo normal.

 

 

- ¿Cómo es el rol de la mujer en estas comunidades tan cerradas?

Vemos en la serie que la mujer no puede acceder a lo mismo que el hombre. La mujer queda en lo doméstico, mientras que el hombre puede leer los libros sagrados y salir a trabajar. La diferencia entre hombres y mujeres ha atravesado a nuestras culturas milenariamente. Cada vez más lo venimos trabajando como humanidad y aún hoy es parte de un debate, de desarmar ideas ancestrales que tenemos.

Imaginemos un grupo más cerrado, más permeado a lo que está sucediendo en nuestra mentalidad, también se impregna lo que nos pasa en el mundo, pero menos. En un grupo tan categórico, tan ortodoxo hay que mantener la misma opinión siempre, entonces se visten como se vestían en la estepa rusa o en el frío polaco con sombrero de piel aunque estén en Miami con 50 grados. Desde esa postura, sí la mujer de los grupos ortodoxos más cerrados como Satmar, que veíamos en la serie, va ganando espacios, pero mucho más despacio que en otros lados.

Las mujeres hoy en esos grupos estudian más que hace 100 o 200 años, pero todavía no tienen que estudiar lo que estudian los varones. No es que lo tienen prohibido, por ahí en la serie está más exagerado. No es que está prohibido, es que no es de su interés, no es algo fundamental. Salvo para los como Esty que quieren cambiar, el resto son muy felices. Es otra cultura. También en la serie nos encontramos con una madre muy preocupada porque su hijo, supuestamente, se está casando con una chica que es criada por abuelos porque el papá no está bien de la cabeza o es borracho y la mamá se fue de la comunidad, entonces ya no es una chica tan 100%, y que tengan hijos es fundamental en su escala social. Este grupo particular fue muy golpeado en la Shoá en la Segunda Guerra Mundial y al haber sido diezmado está todo el tiempo, y se ve bien en la serie, reproduciéndose. También hay una cuestión social, esta señora está muy preocupada por qué le va a pasar socialmente, imaginemos que uno de sus hijos no puede tener hijos, cómo hacen para casar a los demás, no cualquiera va a aceptar. Es otra lógica, otra cultura. No se casan porque se conocieron y se enamoraron, se casan porque tienen 17 o 18 años, están en edad de casarse, se busca entre los padres una familia más o menos con las mismas características, ven , los presentan, si ellos mucho no se quejan se encuentran, se eligen, pueden decir que no. Al final se eligen y a los 3, 6 meses se casan.

 

 

- ¿Por qué esta serie causó tanto impacto en el mundo? ¿Tiene que ver la cuarentena?

No soy experto ni estudioso de los fenómenos de las series, desde la más humilde idea personal se me ocurre que por un lado, el hecho del confinamiento habrá ayudado a que se vean más series, porque hay más tiempo, para escaparnos un rato de nuestra realidad y distraernos. Creo humildemente que, por un lado está muy bien hecha, está muy bien la ropa, hablan en yidish; no hay tantas películas que hablan en yidish. Creo que en este mundo global, se ve enfatizada la curiosidad por el distinto, y cómo se ven distintos, vivimos en una época de las apariencias. Hay cierta búsqueda espiritual, curiosidad, del distinto, eso también le sumó. Me atrevería a decir que como en el arte en general, en el vínculo con el otro hay un condimento que tiene que ver con buscarnos a nosotros mismos, entonces cuando nosotros estamos encerrados, y no estamos acostumbrados, si bien entendemos que es lo mejor que tenemos que hacer para cuidar la salud de todos, pero nos cuesta. Entonces vemos una serie de encierro, cuando nosotros empatizamos en general la primera empatía viene con Esty, la protagonista que se quiere liberar, y de alguna manera nosotros nos liberamos con ella. Nosotros nos liberamos y viajamos a Berlín con ella desde nuestra silla mirando la serie.

A mí me gustaría pensar que estamos en un tiempo de pandemia que nos obliga, o llama, a repensar nuestra vida, nuestra sociedad, nuestros valores. ¿Era tan importante fabricar cientos de autos por semana o por mes, o era más importante recoger los residuos y darles tratamiento? Porque cuando tuvimos que decidir lo esencial, el barrendero y el señor que lleva la basura son esenciales y fabricar cientos de autos puede esperar más. La salud resultó que era muy importante y había que invertir más recursos que en otras cosas, o darnos cuenta de que todos somos una gran familia y si alguien se enferma en la otra punta del mundo nos afecta. Entonces todo este replanteo es muy duro hacerlo sobre uno mismo, sobre nuestra sociedad, sobre nuestros mandatos culturales que nos obligan a hacer cosas, o nos prohíben hacer otras. Ahora si yo veo una serie que habla de otra sociedad, de otro encierro, de otros mandatos culturales, es muy fácil señalar con el dedo y decir ‘hay que dar más libertad’, ‘hay que dar más importancia al deseo del otro’. La serie quizás casualmente llegó en un tiempo muy propicio, más allá del morbo de ver al otro y hasta tiene condimento sexual, que tanto vende. Es mucho más tabú hablar de los mandatos culturales que tenemos nosotros, todo el mundo habla de sexo, el tabú de verdad es cómo uno desea vivir en la diferencia, el tabú de verdad es cómo haríamos para liberarnos de los mandatos sociales, que son un montón, y que no necesariamente son los que queremos tener, y que no nos animamos a ser Esty y a liberarnos y decir ‘Yo quiero hacer esto’, por eso creo que tuvo tanto éxito.

Más allá de la exoticidad de la comunidad que muestra la serie, la ropa, del idioma yidish en el que hablan los personajes de Poco Ortodoxa y lo disruptivo que puede ser ver una comunidad que busca mantener sus costumbres, a pesar de la modernidad, lo que también propone es pensar en qué mandatos sociales en cada uno en su cultura mantiene, y qué imposiciones somos capaces de romper para lograr un objetivo. Poco Ortodoxa también nos invita a reflexionar sobre la caverna en la que cada uno se refugia”.

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