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La Provincia #TestimonioExclusivo

El testimonio de un sacerdote argentino que enfrenta la pandemia en medio de la pobreza extrema

En este contexto de pandemia es impensada la tradicional bendición de ramos en cada comunidad. Entre toda la información que llega, es impactante una foto que proviene de Akamasoa, África, se ve al sacerdote argentino Pedro Opeka en medio de las piedras rodeado de niños, hombres y mujeres quienes tienen en sus manos unos gajos de plantas, no es olivo, no es una palma, son hojas de plantas nativas.

Este es un domingo de ramos verdaderamente atípico, ya en las  vísperas no se ven a las personas en las esquinas ofreciendo el ramito de olivos como todos los años. En este contexto de pandemia es impensada la tradicional bendición de ramos en cada comunidad.  Entre toda la información que llega, es impactante una foto  que proviene de Akamasoa, África, se ve al sacerdote argentino Pedro Opeka en medio de las piedras rodeado de niños, hombres y mujeres quienes tienen en sus manos  unos gajos de plantas, no es olivo, no es una palma, son hojas de plantas nativas. Es una foto de un domingo de ramos de un año anterior, pero esta imagen   tiene una nueva lección de este “santo en vida”. Pedro Opeka  una vez más usó su creatividad para que la gente de Akamasoa, que vive en  extrema pobreza, pudiera realizar la procesión de palmas que indica el inicio de la semana santa.

 

Pedro Opeka es un sacerdote argentino de la orden de San Vicente de Paul,  siendo muy  joven pidió a su congregación ir al lugar más pobre donde él fuera necesario, su destino fue África, Madagascar. Allí se encontró con la realidad más dura, miles de personas viviendo en la pobreza más indigna. Madres con sus hijos tenían como única forma de subsistencia revolver los desperdicios del  basural para alimentarse. Eran varias generaciones que habían vivido así. Las casas, eran simples lonas, cartones, el agua era un recurso casi extinto. El padre Pedro Opeka en 1989 llegaba desde Argentina, un joven con raíces eslovenas, con rasgos y sangre blanca debía integrase en una sociedad donde el blanco no era un amigo.  El padre Pedro gracias al fútbol pudo formar una amistad con estas personas que luego le abrieron su corazón y empezaron a trabajar juntos. Pedro Opeka no podía ser indiferente a las miles de personas que vivían en las calles o en medio de la basura, en ese se momento salieron a la luz sus conocimientos sobre construcción que había aprendido con su padre, la albañilería sería la llave que le posibilitaría redignificar a miles de personas.

 

El padre Pedro desde ese momento empezó una cruzada que sigue hasta la actualidad, su objetivo consiste en  que las personas de Akamasoa tengan  una casa digna, un trabajo y que todo sea producto de su propio esfuerzo.  Pedro Opeka lleva adelante una obra monumental,  primero revalorizó los recursos naturales de aquella zona, donde la piedra enmarca toda la geografía, organizó una cantera de donde se extrae la piedra que es la materia prima para la construcción de las casas, escuelas y hospitales, ideó un sistema en donde las familias con su ayuda construyen cada una su vivienda y ayudan a levantar las casas a sus vecinos.  Así nació la cantera en la que trabajaron hasta 2500 personas que hasta entonces vivían de la basura.

 

Con lo producido y la ayuda de los jóvenes los grupos de casas fueron creando diecisiete pueblos pequeños  que constituyeron toda una ciudad erigida donde antes era un  basural nauseabundo, el lugar que tanto impactó al sacerdote a su llegada.   Después de tres décadas hay escuelas, un liceo y un jardín de infantes, dispensarios, un hospital.​ Hay más de cuatrocientos colaboradores del padre, entre técnicos, docentes, médicos y enfermeros. Por supuesto una red de agua potable y la solidaridad y trabajo en equipo son los valores que predica el padre con todas sus acciones y decisiones.

 

Esta obra titánica del Padre Pedro permitió sacar de la pobreza a más de 500.000 personas. Hoy en la ciudad de Akamasoa viven 25.000 personas, de las cuales 14.000 son niños.

 

La pandemia que atemoriza a todo el planeta también llegó a Akamasoa  y por ello  este sacerdote argentino  organizó un Comité de Crisis y cuenta en sus redes sociales:“todas las mañanas nos reunimos con profesionales médicos y funcionarios de Akamasoa para evaluar la situación del coronavirus. Es tangible la unidad y solidaridad que existe entre nosotros. Nuestra fortaleza para vencer esta crisis radica en mantenernos y afrontarla unidos”.

 

En medio de la emergencia sanitaria por el COVID-19 el padre Opeka visita los barrios aledaños para alentar y ver las necesidades de las personas que como en otras partes del mundo están en cuarentena. Mientras recorre el barrio Mangarivotra donde los vecinos viven momentáneamente en casillas de madera hasta que se retome la construcción de sus casas, Pedro Opeka comenta, “aquí las familias viven amontonadas, también debemos alentarlas, un día también tendrán una casa más hermosa”. Por ello los reconforta diciendo "¡coraje, no te abandonaremos!".

 

El padre Opeka se detiene a dialogar con cada padre, madre y niño que lo saluda ya que está convencido de que  “el diálogo es muy importante”.  También grupos de jóvenes se acercan a él pidiendo auxilio, el padre relata “algunos vinieron con sus esposas a decirme que no tienen más trabajo por el confinamiento y que no tienen nada que comer. Ellos trabajaban en la ciudad. ¡Claro que les ayudaremos!”.

 

El Padre Opeka con su gran  fortaleza y fe además de pedir rezar unidos  nos deja este mensaje para afrontar la pandemia: “¡es el Espíritu quien hace a la persona"! Por Espíritu y Amor siempre estamos cerca, incluso si estamos lejos o en el fin del mundo. ¡Viva el Espíritu de Dios que nos hace vivir y amar! ¡Y el amor, la ternura y el desinterés vencerán al coronavirus! ¡Viva la solidaridad y viva la familia humana!".

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