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Opinión #8M

¡Ahora que sí las ven!

Ayer las mujeres santiagueñas sorprendieron con la marcha más multitudinaria de los últimos años

“¡Aborto legal ya!”

 

Cantan a viva voz, saltan, hacen tronar los redoblantes y marchan por los intestinos de la ciudad de Santiago del Estero, buscando el corazón de la urbe, allí van de clavar el estilete que ha de desangrar una cultura que tanto dolor ha dejado aferrado a nuestra sociedad. La imagen me retrotrae a aquel 9 de agosto. Aquella madrugada la votación era inapelable, el Senado de la Nación, había rechazado la posibilidad de que en la Argentina el aborto sea libre, legal y gratuito. Pero algo aquella jornada sorprendió a todos, las chicas se abrazaban, las lágrimas y las sonrisas se mezclaban, igual que en las calles de Santiago, cantaban y bailaban mientras la lluvia caía, como dice Carlos Solari, en estocadas finas. Pensé que estaban festejando una derrota, pero ayer me di cuenta que habían triunfado y no había votación contraria, que cambie eso.

 

“¡Nos tiene miedo porque no tenemos miedo!”

 

En sus gargantas explotan las consignas, se quedan sin voz, sin aire, pero ahora marchan. Las adolescentes, con sus uniformes de colegio y sus pañuelos verdes ceñidos en la muñeca, corren para alcanzar la columna principal, corren en vano no hay forma de que la pierdan, no son un puñado de “loquitas feministas”, son miles, son cuadras de solidaridad y empatía, son las huestes de un ejército derrotando al sistema que las humilló, que las sometió y que ahora les teme.  

 

Sonríen, son sólo ellas, algunos varones acompañan a las columnas, pero en general son sólo ellas, tantas veces estuvieron solas y ahora están juntas, codo a codo, dándose el coraje para seguir, enfrentando a sus padres, maestros, amigos y a ellas mismas a esa crianza que las obligó a vivir calladas, en guerra unas con otras.

 

Veo a un hombre que frena su auto, del vehículo bajan dos mujeres adultas y una niña, claramente son madre, hija y nieta. La más pequeña lleva delantal y un trozo de tela verde que le sujeta una trenza, no debe tener más de 11 años, mientras cruza la calle con una mano se suelta el pelo, desenrrolla el pedazo de tela que le sostiene el pelo, es un pañuelo verde con la leyenda “Aborto Legal”, lo lleva escondido, con seguridad, por temor a las represalias, pero allí rodeada de mujeres, de la mano de su mamá y su abuela, no siente temor, sabe que es parte de esa masa de sororidad a la que tanto le teme la sociedad.

 

Pienso en mi hermana, sobreviviente del cáncer, luchadora incansable de los derechos de la mujer, marchando en Tucumán sujetando fuerte la mano y el corazón de mi ahijada que, igual que la nena que corre, ha tenido que enfrentarse con sus amigas por su pañuelo verde, ella también lo esconde, salvo cuando su mamá le sostiene la mano y le da coraje.

 

“Que levante la manos, oooeeeeó, la que quiera educación, la que quiera anticoncepción, la que quiera misoprostol”

 

Gritan, piden, exigen, ya no suplican más y marchan, siguen marchando. Las mujeres se unieron cuando se hartaron de que las  maten y así nació el “Ni una menos”, se unieron cuando se hartaron de desangrarse en sus casas y en clínicas clandestinas e impulsaron un debate en el parlamento.

 

Nadie les va a decir que no, nunca más. Ese grito que tan caro es a los sentimientos nacionales ahora es suyo, son parte del Nunca Más de este siglo. Nunca más falta de educación, nunca más abusos escondidos, nunca más llorar en silencio, nunca más maternidad forzada. Esos son los sonidos de sus clarines en el silencio. Nunca Más. Ni Una Menos.

 

“¡Ahora que estamos juntas, ahora que si nos ven!”         

 

Llegan a la plaza, han recorrido la arteria principal de la ciudad, rasgándola sin piedad, allí se encuentran  los coagulantes de la sociedad, los que las “apoyan” pero les piden silencio, los que siguen creyendo que son un puñado minúsculo y hoy no pueden creer la cantidad de “loquitas” y “planeras” que les coparon las calles de la ciudad.

 

En el principal paseo de la provincia vuelvo a encontrarme con el hombre que llevó a las dos mujeres y a la niña hasta la marcha. Nos miramos en silencio a ambos se nos llenan los ojos de lágrimas, él mira a las mujeres de su vida en plena lucha, yo imagino a las de la mía. Pero lo que nos invade no es la emoción es otra cosa, algo que está más adentro y no nos animamos a sacar.

 

“¡Ahora que estamos juntas, ahora que si nos ven, abajo el patriarcado, se va a caer, se va a caer!”

 

Ese grito es el que nos estremece. Ese es el que nos llena de lágrimas los ojos. Es el sonido sordo del derrumbe de un sistema, en el que nos sentíamos seguros, en el que nos sentíamos poderosos. Se va a caer, se va a caer y el tronido de esa caída, se va a sentir hasta en el último rincón de nuestra historia.  

 

  

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