Un nuevo y luctuoso naufragio confirmó ayer la fama del Mediterráneo como “cementerio de migrantes”. Una precaria barcaza de goma con 53 “sin papeles” provenientes de Libia se hundió ayer cuando intentaban alcanzar Europa, con destino final en España. Solo un sobreviviente pudo ser rescatado por un pesquero marroquí y llevado a ese país nordafricano. Hubo patrullajes en búsqueda de otros sobrevivientes, pero sin resultado.
El episodio se suma a otro similar, producido el sábado último, con 117 migrantes muertos. Ayer, el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, que impuso el cierre de los puertos de su país a los migrantes, atribuyó la responsabilidad del caso a las naves de las organizaciones humanitarias. “Ellos vuelven al mar, los delincuentes que llevan a los prófugos hacen sus sucios negocios y las personas vuelven a morir”, dijo.
El presidente de la República, Sergio Mattarella, expresó su “profundo dolor”, mientras que el titular de la Cámara de Diputados dijo que la prioridad absoluta era salvar vidas en peligro en el mar.
La ministra de la Defensa, Elisabetta Trenta, lanzó un llamado a Europa para que “no se quede solo a mirar lo que pasa e intervenga”. La Unión Europea no logra el consenso de sus 28 socios para distribuirse los rescatados en el Mediterráneo.
En los primeros 16 días de este mes, antes de los últimos dos naufragios en los que murieron 170 personas, perecieron ahogados en el Mediterráneo otros 83 inmigrantes que buscaban un futuro mejor en Europa.
