Los cambios de temperatura, el viento, la exposición al sol, la transpiración y el contacto prolongado con el agua del mar y el cloro de la pileta hacen que la piel pierda su elasticidad y se torne áspera, tirante y frágil. Todos esos factores hacen que la piel pierda su elasticidad, tornándose áspera, tirante y frágil, la cara, el cuello, el escote y las manos son las zonas más expuestas y son generalmente las que más preocupa cuidar. Si bien es cierto que el cuidado de estas zonas es muy importante a nivel estético, especialmente para las mujeres, lo es mucho más desde el punto de vista de la salud. La piel deshidratada se vuelve opaca y poco flexible. El sol altera la apariencia y características y el primer síntoma es sentirla seca, con prurito, rugosa y sensación de tirantez, hasta que finalmente se descama. Si esto se repite, se comenzarán a formar arrugas finas. La piel cambia su textura y es debido a la pérdida de integridad de la barrera cutánea y por consiguiente mayor pérdida de agua. La clave para evitar este tipo de afecciones es la prevención: humectación: una dieta saludable, con gran variedad de frutas y verduras y una buena cantidad de agua pura (aproximadamente dos litros diarios) es generalmente suficiente para la natural hidratación cutánea, exfoliación: es el primer paso en el cuidado de la piel, sugerimos realizarlo una vez por semana, en forma suave, para eliminar las impurezas de la piel y para recuperar un tono uniforme”, hidratación y protección de día: es fundamental comenzar el día con la piel hidratada y utilizar protector solar antes de salir de casa para enfrentar el calor y los agentes externos que nos provocan la clásica deshidratación del verano y, por último, pero no menos importante es la reparación de noche: luego de limpiar y tonificar la piel, humectar el rostro con cremas.
