Obstinada como Margaret Thatcher, con espíritu de servicio, en nombre de los intereses nacionales e inspirada por su jugador de cricket favorito, la primera ministra británica Theresa May decidió ignorar las siete renuncias consecutivas en su gabinete y avanzar con su proyecto de Brexit (una denominación en inglés que significa “salida de Gran Bretaña”).
Si hay un voto de confianza lanzado por los decepcionados euroescépticos, lo desafiará pero no se dará por vencida. Hasta cree poder ganarlo y oxigenarse.
Ella está dispuesta a hacer pasar su plan en el Parlamento. Aunque los parlamentarios dejaron en evidencia que “las matemáticas no la favorecen” y el 55 por ciento de los británicos apoya ahora un segundo referéndum para resolver este drama institucional.
Después de la renuncia de Dominique Raad como secretario del Brexit por no estar de acuerdo con su plan y su secretaria de Trabajo Esther Mc Vey, que exigió en la reunión de gabinete una votación que le negaron, Theresa May quedó aislada y estoica con su modelo de Brexit a defender y sin apoyo.
Michael Gove, el actual secretario de Medio Ambiente, quien apuñaló metafóricamente a Boris Johnson el día que ganaron el referéndum para divorciarse de Europa, recibió la oferta de reemplazar a Raab.
Dijo que sólo aceptaría si podía reformular el modelo de Brexit. Uno de los problemas que Theresa May enfrenta es que nadie quiere aceptar hoy ese cargo minado.
