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Villa del Carmen hace revivir el potrero

La escuelita de fútbol del barrio de la zona oeste está en plena formación y, pese a sus escasos recursos, suma cada vez más niños. La iniciativa de una persona, digna de imitar.

Por la manzana 24 de las denominadas “casitas naranjas” del barrio Villa del Carmen hay un terreno baldío que por las tardes se convierte en un “hormiguero” de futuras promesas del fútbol santiagueño.

 

Allí, con dos arcos y dos pelotas (a veces una sola) funciona la Escuela de Fútbol Villa del Carmen FC, una institución que por su humildad y perseverancia conmovió a los vecinos de la zona. Aún nadie apadrina a la “escuelita”, a la que acuden martes, jueves y sábados (a veces viernes) cerca de sesenta chicos.

 

Todo es a pulmón y si bien los chicos pagan una mínima una cuota de $ 150, a veces no alcanza para cubrir los gastos, ya que con el nombre de Las Hormiguitas Villa del Carmen FC aún no poseen personería jurídica y por ahora no participan de ningún torneo.

 

La cuota es obligatoria, pero no condicionante. Hay muchos chicos de familias de escasos recursos que no pueden abonarla, pero concurren y juegan igual. Tampoco alcanza para pelotas u otros lujitos, como conitos o camisetas.

 

Juegan por ahora con las pelotas que el “profe” Luis Díaz, el principal artífice y “padre” de la escuelita, recibió de parte de la Subsecretaría de Deportes.

 

También un vecino se acercó y donó unas camisetas. Todo suma a la causa: el principal objetivo es sacar a los chicos de la calle y que no solo salgan buenos jugadores, sino que sean buenas personas, disciplinadas y respetuosas.

 

Hoy por hoy se logró comprar caños para armar dos arcos y un par de redes, pero en los inicios los postes eran dos palos de paraísos. Además, los pocos conos para entrenar no alcanzan y el “profe” lleva unas botellas de plástico pintadas y con arena. Nada impide que los niños se entrenen y las esquiven con mucha pasión.

 

A estos chicos se agrega por ahí alguna que otra niña que le pide al “profesor” sumarse. Luego de los entrenamientos nadie tiene para una gaseosa ni tampoco un refresco. Un vecino pone a disposición su casa para que tomen agua. Con baldes se riega la cancha y todos colaboran. El polvillo propio de la época del año y la falta de lluvia hace que la canchita sea un tierral, debido a que tampoco posee césped.

 

De a poco se van conociendo todos y los chicos, muchos nacidos ya en el mismo barrio que se inauguró hace ya casi diez años, son amiguitos desde muy pequeños.

 

El compañerismo comienza a florecer y muchos niños que no tenían dónde jugar se sumaron de a poco. Con recelo y un poco de vergüenza al principio, fueron recibidos con los brazos abiertos y con un gesto paternal y amable de parte del “profe”.

 

En tiempos que la tecnología es algo frecuente en los niños, el “profesor” Luis Díaz tuvo una gran iniciativa y ese antiguo “potrero”, que muchos creían olvidado, revivió con el “hormiguero” de Villa del Carmen.

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