Cuando faltaban diez minutos para que terminara el partido entre Santos e Independiente, en el Pacaembú se desató un escándalo. Los hinchas brasileños, molestos porque estaban quedando afuera de la Copa Libertadores, empezaron a tirar bombas de estruendo al campo de juego e intentaron meterse a la cancha.
La policía local, en un intento por frenar lo que podría haber sido una invasión, reprimió con gases y disparos de balas de goma. Lograron calmar una situación que pudo haberse convertido en algo mucho más grave. Algunos de los fanáticos lograron saltar al terreno pero fueron detenidos por las fuerzas de seguridad.
“No hay garantías para jugar así”, fue lo que le dijo Julio Bascuñán, el árbitro, al jefe del operativo policía. Ante semejante escenario el chileno tomó la medida más lógica: mandar a los jugadores del Rojo al vestuario y dar por finalizado el encuentro. Y aunque todavía no es oficial, el equipo de Ariel Holan ya tiene un boleto para los cuartos de final del torneo más importante del continente.
