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Especiales UNA CR??NICA DE AMOR Y GLORIA

La historia del fútbol norteño se escribe en los papelitos del Japonés

Un niño, un mensaje y las miles de almas futboleras hermanadas en un ritual que se repite en cada cancha del país

Hace más de una década me fui de Tucumán sin más vínculo con ese lugar que mi familia, pero un día del padre, mientras estaba solo en una redacción santiagueña, una atajada de Lucas Ischuk, que le dio el ascenso a Atlético Tucumán, cerró mi lazo de amor con la provincia vecina. Pero esta historia no se trata de mí.

 

Esta historia es sobre el “Japonés”, un pibe norteño de pura cepa, bautizado Felipe, de mamá jujeña y papá tucumano, con una sonrisa que le achina los ojos al límite de hacerlos casi invisibles. Su madrina, una eximia eternizadora de la belleza, decidió sacar su mejor foto, una que no quedó registrada en ninguna cámara: la cara de Felipe grabando a fuego la gloria decana en sus pupilas. Lo hizo socio del Atlético y ayer lo llevó a ver su primer partido por la Copa Libertadores de América, pero eso es sólo el principio de esta historia y la crónica justifica cambiar los tiempos verbales para contarla.

 

Felipe espera ansioso, es tímido pero hiperactivo, tiene la simpleza de los grandes y lo que más ama de la cancha es, tal vez, el ritual más humilde, más igualador del fútbol, uno que pueden hacer pobres y ricos por igual, adora ver la lluvia de papelitos recibir al equipo. Su madrina le corta papelitos para que el Japonés se hermane con las miles de almas decanas que recibirán al equipo. Felipe, en su inocencia, escribe en tres papelitos mensajes para los jugadores, uno de ellos dice “ganen la Copa Libertadores” el otro tiene un dibujo del trofeo, un escudo de Atlético y un resultado: dice claramente 2 a 0.

 

El equipo sale a la cancha y el estruendo y la lluvia incesante de papelitos ciega al público, no se ve a un metro de distancia, la emoción llora lágrimas de celulosa. Se disipa la neblina de papel, el japonés está paralizado, en la mano aún tiene su mensaje para los jugadores, no pudo despegarlo de su mano.

 

La decepción se le nota en la cara, pero todo se acaba a los siete minutos cuando el Loco Díaz escarmienta al arquero empujando a la red un grosero error suyo. Truena el grito de miles de fanáticos que se unen en un abrazo interminable que sacuden al “Japo”, que lo arrastran en una marea de alegría celeste y blanca. Sin saberlo, Felipe dejó pasar otra oportunidad para tirar a la cancha su mensaje, que lleva la esperanza de la mitad más dos de Tucumán.

 

Termina el primer tiempo, el novel fanático aún custodia entre sus dedos los papelitos. En la cantina del club, la historia tomará un giro inesperado, allí está el presidente de Atlético Tucumán, Mario Leito, el japonés le consulta a su madrina si puede alejarse de ella un minuto, con desconfianza asiente. Felipe, venciendo su timidez, le acerca a Leito el mensaje que tan celosamente había custodiado, nunca volará por el aire, pero llegará, esta vez con seguridad, a los jugadores que se aprestan a jugar el segundo tiempo.

 

Comenzó el segundo tiempo, los colombianos asedian el fuerte decano, la ansiedad se apodera del estadio, Felipe aún tiene papelitos, estos no tienen más mensaje que sus ganas de ser parte de una ritual que hermana a toda la patria futbolera. A los 25 minutos el Loco Díaz estrella la pelota en el travesaño y el Bebote Álvarez, con esos cabezazos que nos hicieron tan famosos a los tucumanos, hace estallar los corazones decanos.

 

Llega el final del partido, el japonés ya soltó los papelitos, ya es parte del ritual. Aún hay que esperar la vuelta en Colombia, pero Felipe ya está inscripto en las páginas históricas decanas y sólo necesito un par de papelitos para escribir una historia de amor que lo llevará a la eternidad de las anécdotas futboleras.

 

Ph: Gentileza de Florencia Álvarez.

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