Lejos del agobio del día a día de millones de argentinos, de la devaluación, de los devaneos del dólar, del súper martes, de los cambios ministeriales en el Gobierno de la Nación, de los aumentos en las góndolas y de los tarifazos; el vicepresidente del PRO local, Miguel Gallardo, posa con una bandera de Quimilí en uno de los lujosos estadios en los que se disputa la Copa Mundial de Fútbol en Rusia.
Lejos de los abuelos que sufren la falta de medicamentos, de las crisis del PAMI, de las especulaciones sobre el futuro inmediato de la ANSES, del sueldo y la pensión que se estira pero en muchísimos casos no alcanza, de los jóvenes que no pueden acceder a los planes Progresar, del esfuerzo militante de sus copartidarios en todo el país por intentar llevar tranquilidad a la sociedad en este momento difícil, Gallardo alienta a Messi desde la poltrona deportiva de tribunas jamás conocidas por la afición deportiva de estas latitudes.
El dirigente político, oriundo de la ciudad del noroeste santiagueño, fue candidato a diputado nacional y sonaba —hasta hace poco— como uno de los posibles postulantes a la intendencia de la ciudad que hoy gobierna Omar Fantoni. Esto último, se cristalizó finalmente en la candidatura de su mujer, la actual diputada provincial, Claudia Juárez.
La indignación ganó los ánimos de las bases en el partido del presidente en nuestra provincia, en tanto y en cuanto —y según manifiestan— durante el transcurso de la jornada de ayer el diputado Rodrigo Posse arengó vía WhatsApp a los “voluntarios” de la “ola amarilla” a trabajar con sacrificio no rentado en la campaña política.
Lejos de Argentina, a más de 14.000 kilómetros de Santiago del Estero, bajo los últimos soles de la primavera europea y con un verano que promete emociones fuertes, Gallardo muestra el verdadero rostro del doble rasero del discurso político. Y reafirma el “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago” para quienes quedaron en el frío invierno de esta Nación que urge y convoca al sacrificio de todos.
“Para muestra un botón, los demás a la camisa”, dicta el refranero popular. Y tiene razón.
