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Opinión Tras la polémica por la legalización del aborto

Diputada Polledo, me disculpo y le contesto

Luis Novaresio

Infobae

Primero, mis disculpas. Incondicionales. Como las renuncias, las disculpas son incondicionales. Los que dicen “pido disculpas si herí a alguien” creen, en su interior, que deben ser formales en los modos pero, en el fondo, no piensan que lo dicho fue para tanto. Por eso, diputada Polledo, mis disculpas incondicionales por haberla aludido ayer en el Congreso. No conocía las reglas de etiqueta parlamentaria ni entendía haber quedado comprendido por ellas. Sé ahora que un diputado aludido en un debate, tiene el derecho a responder a quien la invoca. Quizá fue ese mi error.

 

 

Le cuento lo que pasó. Cuando iba ayer al Congreso como invitado para exponer en la comisión que trata la despenalización del aborto, la escuché en radio La Red con mi amigo Eduardo Feinmann. Sentí que usted representaba una forma de pensar de muchos que creen que el disenso en este punto es inadmisible. Sentí que me decía, ayer y muchas otras veces, “no se puede pensar de otra forma respecto del aborto y menos legislarlo”. Percibí que usted se encolumnaba entre los que sienten que defienden “la vida” y, los que disentimos, algo así como “la muerte”. Por eso la invoqué. Para ponerle nombre y apellido reales a una abstracción, a un colectivo, a un modo de pensar. No le hablaba a usted, a quien no conozco y por ende le profeso un respeto a priori, sino a los que usted representa al decir y pensar.

Se ve, diputada, que las abstracciones y las sutilezas del lenguaje no funcionan demasiado bien en el parlamento y, menos, en el modo del debate argentino en general. Pero ese es otro tema.

 

 

Cuando terminó mi exposición, me volví a ubicar en mi lugar asignado. De puro educado, volví a mi asiento. No me fui, no me escapé ni mucho menos evité responder a las preguntas que usted me hizo. ¡Me hubiese encantado hacerlo! Así funciona un debate. Escuchar, preguntar, cambiar, cómo no, eventualmente de posición. Si me permite, diputada, tuve la impresión de que ayer nadie estaba dispuesto a pensar distinto. Era el modo de exponer para coincidir con lo propio y descartar lo distinto. Pero ese, también es otro tema.

 

 

Usted me dijo: “Voy a hacerle dos preguntas pero no quiero que me responda”. Eso se parece más a “voy a decirle dos cosas que apenas quiero que me escuche”. Sin embargo, como creo en su buena fe, me permito responderle desde aquí. Usted me preguntó si sé que los proyectos de despenalización del aborto no prevén la objeción de conciencia para los médicos que no aceptan el aborto. Le respondo: conozco lo bien que funciona ese registro en mi ciudad, Rosario, en donde los profesionales de la salud pública que no comparten este criterio se excusan de intervenir y son reemplazados por otros. No pasa nada. Funciona. Es cuestión de contemplarlo en la ley. Usted misma podría sumarlo. Si el problema era ese, se salda en tres líneas. Puede votar tranquila la despenalización. Usted me preguntó, además, cómo podía ser que la ley previese que una menor de 13 años puede tomar la decisión de interrumpir la gestación y no puede comprar una cerveza. Le respondo: puede ser porque el código civil que sancionaron sus antecesores hace un par de años prevé que una persona a partir de los 13 años puede realizar cualquier acto lícito. Despenalizado el aborto, se transforma en acto lícito. Ergo, puede realizarlo. No compra cerveza porque hay una norma especial que modifica el principio general. Así funciona el derecho, diputada. ¿No le parece bien? Está en el Código Civil votado por su partido, le recuerdo. Puede proponer cambiarlo.

 

 

Lo que seguro no puede, y esto intenté decirle, es dejar sin protección de ley a las cientos de miles de mujeres que no piensan como usted en un tema, como suele suceder en la mayoría de los temas de la vida. Usted diputada sabe que una parte (dice una parte) de la ciencia cree que la vida comienza en el seno materno con la unión del óvulo con el espermatozoide. Usted, diputada, está protegida por la ley. Y yo celebro que así sea. Defendería su derecho si no estuviera tutelado por la ley. Se lo aseguro.

 

 

Sucede que otra parte de la ciencia, tan científica y seria como la suya, cree que la vida comienza con el perfeccionamiento del sistema nervioso central (semana 14) y termina cuando ese sistema está dañado irreversiblemente (por eso donamos órganos en ese momento). Digresión: ¿Sabe que Vélez Sarsfield hace más de 150 años y sus correligionarios de partido hace dos dijeron en el Código Civil que la vida empieza en el seno materno siempre y cuando, condición indiscutible, que la persona en gestación naciese viva? Entonces, cito textual, “se considera como si no hubiera existido”. ¿Se da cuenta del criterio distinto y no unánime?

 

 

Los que creemos eso, el inicio en la semana 14, las mujeres que creen eso, subrayo, están condenadas a vivir fuera de la ley, a la clandestinidad, a los riesgos sanitarios y, peor, a la sanción penal. No se las protege como a usted que solo piensa distinto. A esas mujeres, diputada, usted no puede dejar de proteger. No puede condenarlas a la ilegalidad y a la muerte.

 

 

Nadie quiere que usted piense distinto. Apenas que en uso de la representación de un mandato en una república laica que garantiza los derechos de las mayorías y de las minorías, usted deje librado a la conciencia y al deseo personal el derecho a ejercer una facultad natural de las mujeres dentro de la ley. Porque, de paso, si tanto se habla de ser respetuoso con la naturaleza, fue ella la que “pensó” que la gestación sea en un 99,99 por ciento femenina y un solo acto de los varones.

 

 

Son ellas las que deben decidir. Todas. En igualdad de condiciones. Una u otra cosa. Pero dentro de la ley. Usted, lo sé, aunque piense distinto, va a votar a favor en respeto del disenso y del proyecto de despenalización. No me caben dudas. Votar en contra es imponer de prepo un criterio personal que ya ha hecho mucho daño a miles de mujeres y yo sé que usted no haría algo así.

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