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Opinión ???Cómo se reparte la torta???

El crecimiento y la distribución del ingreso

Lic. Federico Scrimini

CyAC

Esta relación está siendo revisada desde hace ya unas cuantas décadas en trabajos de investigación económica, alrededor del mundo. Y también se reconocen ya las diferencias entre crecimiento y desarrollo económico. Un país puede crecer, aún a elevadas tasas, durante algunos años, pero no necesariamente lograr el desarrollo económico. En el otro sentido, no se logra el desarrollo sino se crece, además de conseguir una serie de requisitos que complementan la definición de país desarrollado. Y justamente estos requisitos son los que definen un país desarrollado de uno subdesarrollado (o países ricos de países pobres, como también se los conoce).

 

 

Y el concepto de desigualdad económica (distribución del ingreso) está detrás, en el corazón del problema, jugando en las sombras, sin que muchos puedan ver claramente de qué se trata. Sin que se pueda relacionar directamente un concepto con el otro. Todavía más, siendo, en el mejor de los casos, ocultado sistemáticamente por economistas y comunicadores sociales, y en el peor de los casos, teñido, confundido y mezclado con el nuevo concepto de “populismo”, el “peor de los males”, según estos comunicadores.

 

 

Lo cierto es que no existe desarrollo sin una distribución equitativa de las riquezas de las naciones. ¿Cómo se consigue esa distribución más equitativa? Ese es el principal problema (porque está en su filosofía) que tiene el sistema capitalista de producción, que es el sistema que impera en la gran mayoría de los países (y que lo hizo la mayor parte de la historia contemporánea en el mundo entero).

 

 

En nuestra historia reciente, tuvimos años de crecimiento económico con aumento de la desigualdad (es decir, crecimos alejándonos de cualquier atisbo de desarrollo) Como ocurrió durante los años 90 y como está ocurriendo en la actualidad, aunque el crecimiento todavía no despierta. Esos son los resultados de la aplicación de las mismas recetas de ajuste de los programas neoliberales. Y también tuvimos años de crecimiento económico con disminución de la desigualdad, como en la década pasada. Donde el factor trabajo llegó a recibir casi la misma proporción que el factor capital: el famoso 50-50. Hecho que ocurrió en muy pocas ocasiones en nuestra corta vida. Durante el primer peronismo y durante el gobierno que terminó en 2015. Lo cual nos habla de lo complicado que es llegar a conseguir estos logros (dos veces en décadas).

 

 

¿Por qué es tan difícil de conseguir? ¿Por qué es muy raro el caso de países que pasan de ser subdesarrollados a desarrollados (el caso de Corea del Sur es una prueba de esa rareza) en estos tiempos de la globalización?

 

 

Como dijimos ya en esta columna, la redistribución del ingreso vía sistema impositivo es de muy poco alcance. Aunque es necesario un sistema impositivo progresista (contrario al que hoy tenemos), nunca es suficiente. El verdadero problema de la distribución del ingreso y la equidad está en la concentración económica, que cada día que pasa empeora en el mundo. Hay cada vez menos ricos con más riqueza y más pobres con menos. La concentración económica es más cruda y salvaje en países subdesarrollados. La Argentina la sufre históricamente, desde su fundación (Latinoamérica desde su “descubrimiento”). La concentración en nuestro país tiene nombre y apellido. Los conocemos, son los verdaderos dueños de la Argentina. Se escribieron libros y libros (literalmente con ese título) sobre ellos. Son los que están detrás de estas políticas que los benefician a ellos y nos embroman a las mayorías. Son los responsables de la desigualdad y del atraso. Son los que nos impiden desarrollarnos como nación rica, rica en suelo, en agua, en diversidad ecológica, en reservas naturales. Y será el tema de la próxima columna.

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