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Opinión Si incluye al kirchnerismo

El peronismo vuelve a unirse, pero puede perder

Julio Bárbaro

Infobae

No expresa un lado de la grieta, ella es la grieta en su revitalización histórica. Desvirtuaron el lugar del peronismo, lo asimilaron al progresismo, intentaron que los 70 ocuparan el lugar fundacional del 45. Todo fue retroceso, todo fue deformado. Ahora, cada vez que se amontonan sus seguidores, solo quedan en claro sus odios y nada de sus propuestas. El peronismo definía una identidad, el kirchnerismo, solamente un resentimiento.

 

 

Unos dicen que es la que más votos aporta y otros insisten en que mientras ella siga vigente, gana Mauricio Macri. Son dos verdades, sus votos son muchos todavía y sin ella jamás hubiera triunfado un gobierno de corte derechista; como toda falsa izquierda, termina convocando a una derecha de verdad. Y en eso estamos. Son muchos los votos que convoca y muchos más los que espanta, en consecuencia, es una pieza ideal para ser oposición y una carga mortífera para intentar volver al poder.

 

 

Macri ejerce un gobierno flojo de propuestas, no logra por ahora definir un rumbo que nos devuelva el futuro ni le deja un lugar a la esperanza.

 

 

Expresa un libre mercado que ya no existe en ningún país del mundo. Pero siempre tendrá más votos que Cristina, primero, porque nadie vuelve al pasado y, luego, porque ese pasado al desnudo es patético.

 

 

Son coléricos, meten miedo, así nadie gana una elección y la sublevación social es solamente un sueño del delirio de su codicia. Son pasado, vigente únicamente por la debilidad del presente, pero no tanto como para devolverles un protagonismo que ellos mismos convirtieron en demencial. Se creen expresión de una ideología cuando resulta imposible encontrarles una idea. Como todo pasado, cuando se exacerba, se debilita.

 

 

Hay un pacto tácito entre Cristina y Macri, y es que solo ellos son alternativa política, pero hay una conciencia cada vez más fuerte en la sociedad de que ninguno de los dos nos permite salir de esta decadencia.

 

 

Leopoldo Marechal lo profetiza en el final de Megafón o la guerra: amontonar todos los trozos del héroe no permite recuperar su vigencia, su virilidad en la metáfora del Maestro. Es momento para debatir ideas y no para amontonar prontuarios. Hay fotos que asustan, gente que ni siquiera asume su lugar de “piantavotos”, no se hace cargo del triste papel que asume en la realidad.

 

 

Hay gente que cree en Cristina, muchos, como cuando Carlos Menem se fue ganando la elección. Son figuras que tienen un techo, ya no pueden crecer, solo seguir perdiendo adeptos. Y ya ejercieron el poder, todos saben cómo fueron tratados, a nadie se le ocurriría acordar con su verdugo. Gobernaron y maltrataron demasiado tiempo a demasiada gente como para que alguno se les acerque en un ataque de amnesia.

 

 

Cuando perdimos frente a Raúl Alfonsín, pasó lo mismo: ellos, el aparato, defendían a Isabel, el jefe real era Vicente Saadi, eran mayoría; en el Congreso de La Pampa nos aplastaron. Pero solo volvimos a tener vigencia cuando la renovación se sacó de encima esa pesada carga. Y estos —el kirchnerismo— gobernaron demasiados años como para dejar dudas sobre su conducta. Sembraron más odios que beneficios sociales, sus ideas fueron pobres, su fanatismo las sustituyó.

 

 

La unidad del peronismo es el sueño de Jaime Durán Barba, el surgimiento de una nueva propuesta es la necesidad de la sociedad. Y una propuesta que vaya más allá del mismo peronismo, una idea moderna de Nación, hoy ausente en el Gobierno pero también en la oposición. El radicalismo nos aportó la democracia, el peronismo fue el encuentro entre los trabajadores y la burguesía nacional, el Estado de bienestar, y luego el kirchnerismo amontona clase media decadente con Lázaro y Cristóbal. Esa es nuestra crisis real, hoy no hay quién proponga un proyecto de sociedad; el movimiento nacional es mucho más que el peronismo y por ahora está ausente.

 

 

La política albergaba los sueños como el romanticismo a la galantería. La codicia arrasó con los ideales como la grosería asesinó al piropo. Pero no exageremos, decadencia no es modernidad y lo que vale la pena merece ser recuperado.

Existen las naciones, aquellas donde el Estado se impone a los intereses privados y las colonias, esas donde, como en nuestro caso, los intereses se imponen a las necesidades y las urgencias colectivas.

 

 

Hoy la voluntad de ser Nación está ausente en el Gobierno, también en la oposición.

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