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Opinión La ola amarilla parece imparable

Al Gobierno le salió bien, eso de confrontar ???con el pasado???

Guido Braslavsky

Cristina Kirchner tiene asegurada su banca de senadora, pero el domingo que viene perdería su invicto electoral. La dueña de la política argentina casi una década, y más de doce años si se cuenta el período de su esposo Néstor Kirchner iniciado en 2003, quedaría segunda en Buenos Aires detrás del ignoto ministro Esteban Bullrich y la desconocida Gladys González (el binomio macrista para el Senado).

 

Al frente de esa fórmula, que no es candidata pero ha hecho campaña con su imagen imbatible, la gobernadora María Eugenia Vidal.

Es parte de un fenómeno mayor. Es la ola amarilla que se expande, desde hace un par de elecciones, de los grandes centros urbanos, las zonas más dinámicas del país, es decir el centro, hacia la Patagonia, Cuyo e incluso al norte antes intocable para el peronismo.

 

Todo indica que Cambiemos superará los votos a nivel país que obtuvo en las Primarias.

El peronismo lo sufre. Siete gobernadores peronistas salieron airosos en las PASO. Dos o tres podrían terminar peleando voto a voto en siete días.

 

Hay otros cinco peronistas: Córdoba, San Luis, La Pampa, Entre Ríos y Santa Cruz, que perdieron a manos del oficialismo en las primarias, ninguno tendría chances de poder revertirlo.

 

En dos distritos que ganó el kirchnerismo, las cosas se darían vuelta. Buenos Aires, ya se dijo; otro, Santa Fe.

Es notable porque la oposición de todos los colores (de los “K” al massismo y a la izquierda dura) se la pasa denunciando la “insensibilidad” macrista, el tarifazo, la pérdida de empleos, de beneficios sociales, de medicamentos en el PAMI, los bajos salarios, el gobierno “para ricos”. Y se agita el fantasma de una reforma laboral flexibilizadora contra las “conquistas laborales” de décadas.

Pero la ola amarilla parece imparable.

 

Una explicación básica, simple: al Gobierno le salió bien eso de confrontar “con el pasado”, el cristinismo al que “no se puede volver”. La grieta, en expresión de otros. ¿Pero es suficiente explicación?

 

Todos los análisis podrían pecar de parcialidad y no parece haber factores determinantes. Sin orden de importancia en el humor social habría que anotar que el Gobierno nacional claramente tiene crédito, que hay un voto de expectativa, y de esperanza, que no significará igualmente un cheque en blanco. Pero si la economía mejora como ya señalan indicadores, el proyecto macrista marcharía hacia la continuidad en 2019.

 

El peronismo habla de reunificación, de reconstrucción, para hacer frente a esa dura realidad (para los de ese signo político).

 

El tramado que apoya a la ex presidenta iniciará una migración para desprenderse de ella. Nada nuevo: ya lo intentaron antes de estas elecciones (intendentes clave del conurbano), pero terminaron rendidos a sus pies para no perder sus concejos deliberantes y ser desbancados. El juego sería el mismo: adiós Cristina, y a buscar un nuevo liderazgo.

 

Desde el cristicamporismo, la apuesta es consolidarse y esperar a que la historia se repita en 2019: entrar a Cristina en segunda vuelta y encolumnar al peronismo otra vez. Todas proyecciones claro que empezarán a moldearse de verdad en las urnas el próximo domingo.

 

 

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