Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
La Provincia Nueva entrega sobre la vida de la religiosa, desde la mirada de la teóloga Rita Umaño

Mercedes, una mujer de acción

Fue una persona consciente de todas las necesidades de la época y del lugar donde desarrollaba sus actividades. Cumplió un sueño anhelado.

Llegan los años ’80. Para Madre Mercedes es el año de la concreción de un sueño, el año en que pudo alcanzar su anhelada meta de fundar una Congregación que fuera signo de consuelo, allí donde se la necesitara. El 13 de abril de 1880 funda el Conservatorio Caridad de San Francisco, nombre que años más tarde, en 1888, cambiaría al de Instituto de las Hermanas Terciarias Franciscanas de la Caridad.

Sabemos por los distintos historiadores que se han dedicado a investigar sobre su persona y su obra y por los innumerables testimonios de quienes la conocieron, que fue una mujer activa, consiente de todas las necesidades de la época y del lugar donde desarrollaba sus actividades. Y como lo hemos manifestado capítulos antes, es necesario no perder de vista el contexto que rodea a las Congregaciones religiosas, ya que sus fundadores se ven involucrados de una u otra manera con el quehacer social, con las necesidades de la gente, con las urgencias que se presentan.

 

El Presidente Nicolás Avellaneda(1874-1880), está próximo a terminar su mandato y decideenviar al Congreso un proyecto de federalización de la Ciudad de Buenos Aires.La intención era terminar con la disputa por la residencia de las autoridades nacionales sometidas en autoridad y jurisdicción al gobernador de la provincia de Buenos Aires.

 

Esto trajo como consecuencia la sublevación del gobernador Tejedor, ante lo cual Avellaneda, decidió trasladar el gobierno al pueblo de Belgrano, sitiando la ciudad y exigiendo la renuncia de Tejedor.

 

Se produjeron sangrientos enfrentamientos en los campos de Olivera, Puente Alsina, Barracas y San José de Flores. Y los hospitales de sangre dispuestos para la atención de los soldados caídos, contaron con la invaluable atención de las Terciarias Franciscanas.

 

Castro Paz lo describe así: “la Terciaria Franciscana de la Caridad, por su misión de ‘veladora’ esta llamada a no temer, a no quedarse replegada en sí misma, a saber esperar el momento oportuno para regalar a los sufren, la luz del consuelo… es la generosidad impetuosa del volar donde el dolor del prójimo las llame, es la luz fecunda del amor en marcha… su capa franciscana conoce el movimiento y el frio, el reposo y el calor húmedo portuario. Sabe de las sacudidas estertóricas del moribundo y del llanto de los huérfanos y de las viudas. Su desvelo acompaña todas las etapas de la vida humana.”

 

Años después, en 1890, durante un levantamiento cívico-militar, las religiosas son conducidas en medio del estruendo de las balas, para asistir a los caídos. Y aunque los primeros días del enfrentamiento podían volver por la noche al convento, luego tuvieron que quedarse en el hospital debido a que toda la ciudad había sido sitiada, lo que provocó tal escasez en los alimentos que no les quedaba nada de comida o en palabras de Paula Tello, “… aquí no tenemos más pan que las vendas, algodones y medicinas, con que curamos las heridas…”

 

No cabe duda que Mercedes fue una mujer de acciones concretas, que aprendió a leer los signos de los tiempos, que supo interpretar la voluntad de Dios, más allá de sus propios deseos. Mujer de fe, fortalecida por el sufrimiento y las contrariedades, que eligió sanar las heridas de su alma con una entrega total a Dios en los sufrientes de su tiempo.

 

Sin distinciones de ningún tipo, caminó la ciudad de Buenos Aires, hacia el norte, donde se alzaban los grandes palacetes y mansiones de estilo europeo y hacia el sur, zona abandonada por las clases altas debido a las explosiones de las pestes y que fue ocupada por la gran masa inmigratoria que fue fomentada por los gobiernos nacionales desde la segunda mitad del siglo XIX, dando lugar a los llamados conventillos, focos de promiscuidad e insalubridad.

 

“En este punto de convergencia, hacia ambos mundos del dolor, se sitúan la Madre Mercedes Guerra y sus Hijas ”.

 

Asistencia práctica, inteligente y asidua que fue prevista en los estatutos fundacionales: “En fuerza de la propia Institución todas las Hermanas del Conservatorio, sean enfermeras gratuitas y por lo mismo nunca debe faltar en el Conservatorio una enfermera principal que de acuerdo con la rectora tenga la dirección e inspección acerca de los enfermos dentro y fuera de la casa.

 

Por esto es que la enfermera mayor recorre y visita por sí misma y por otras hermanas, lechos y sitios de dolor, distribuye la asistencia y prevé que en el inminente peligro de la muerte pase la noche a la cabeza del paciente alguna enfermera, asiste ella misma a algunos enfermos, pide e indica a la rectora que tales o cuales enfermeras en servicio deben ser asociadas y auxiliadas de otras hermanas…procura conocer del médico el estado del enfermo y oportunidad, cuando no hay quién lo haga, solicita los sacramentos y demás oficios religiosos que preceden al fallecimiento del paciente…”.

 

Como vemos, no se trataba de una simple atención, ya que estamos describiendo un auténtico compromiso, sólo movido por el amor al prójimo en una entrega heroica que las llevaba a andar en el centro de los medios de contagio, sin temor y sin descanso.

Comentarios

Te puede interesar

Teclas de acceso