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La Provincia Congregación Hermanas Franciscanas Terciarias

Madre Mercedes, ???una guerrera de la vida??? que luchó a cada paso

La docente y teóloga Rita Umaño desgrana uno de los mayores desafíos que tuvo la religiosa.

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Crédito: La ceguera no fue un impedimento para seguir con su obra.

Al cumplirse 200 años del nacimiento de la fundadora de la Congregación Hermanas Franciscanas Terciarias de la Caridad, la docente y teóloga Rita Umaño hizo un repaso por su vida y los valores que impregnó la santiagueña, Sierva de Dios. En la cuarta entrega habló de las dificultades que atravesó la religiosa a lo largo de su ministerio.

 

 

En la vida de Mercedes del Niño Jesús Guerra, el dolor, las contrariedades, las dificultades fueron una constante. Sin embargo, los límites que constantemente encontraba en su camino no eran sinónimo de fracaso. Por el contrario, cada obstáculo era una nueva oportunidad para buscar nuevas alternativas y seguir adelante. No cabe duda que hacía honor a su apellido, siempre luchando, enfrentando a cada paso los impedimentos, una guerrera de la vida.

Su heroico espíritu había demostrado que huir de las dificultades no era algo que considerara como una opción. Y así fue que, una vez más, su débil salud quiso trabar sus planes.

 

 

Sucedió que mientras se encontraba trabajando en la casa de la familia Lezica sintió agudos dolores en ambos ojos y quedó totalmente ciega. Los Lezica buscaron de forma inmediata que fuera atendida, sin embargo, los médicos se mostraron escépticos y negaron cualquier posibilidad de recuperación. Contardo Miglioranza contó: “Un especialista distinguido después de examinarla, como único remedio, aconsejó practicarle una operación con el sólo fin de aliviarle los agudos dolores que sufría, pero aseguró que no recuperaría la visión”.

 

Siempre se puso en manos de Dios

 

Ante la impotencia de la medicina, se puso en manos de Dios. Se mostró dócil ante el dolor, no renegó por su discapacidad. Es normal pensar que la “oscuridad” de sus ojos cubría también su estado de ánimo. Pero no.

 

 

Una vez más dio ejemplo de fortaleza, de tenacidad, de constancia. Su fe no le permitió caer en la tentación que caemos muchos: renegar de Dios, renegar de nuestra vida, renegar de la fragilidad propia de nuestros cuerpos.

 

 

Ella confió en que esta oscuridad es pasajera, porque los verdaderos guerreros cuando pierden batallas no se sienten vencidos, sólo aguardan con paciencia tener una nueva oportunidad de demostrar su valor.

 

 

Entonces comenzó un largo Vía Crucis en la vida de Mercedes.

 

Estuvo un año y medio en total oscuridad

 

Los médicos que admiraban a la santiagueña que había salvado a tantos durante las epidemias, la visitaban tratando de convencerla de que debía operarse. Una operación que no haría que recuperara la visión, sólo que se detuvieran los dolores que la atormentaban.

 

 

La enfermedad que afectaba los ojos de la sierva de Dios era un glaucoma y en la época, no se conocía un medio de curación, sólo paliativos que quitaran los tremendos dolores que ocasionaba. El único remedio era seccionar el nervio óptico, lo cual significaba la pérdida definitiva de la visión. Finalmente, accedió a ser operada y transcurrió un año y medio en total oscuridad.

 

Los rosarios desgranados por la noble santiagueña dieron frutos

 

A pesar de los diagnósticos dados por importantes especialistas de aquella época, la tenacidad y el coraje de Mercedes la llevaron a esperar un milagro. Porque como mujer de fe, sabe que lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios. Sucedió que por aquellos días volvió al país el joven Domingo Lezica luego de una larga estadía en Francia y en su estadía allí había sido testigo de los milagros que se le adjudicaban al manantial que brotaba de la gruta de Lourdes.

 

Por su familia, escuchó lo que le había ocurrido a la santiagueña y, sin dudarlo, le regaló un frasquito con esa bendita agua. Desde ese momento, los rosarios desgranados por Mercedes eran acompañados por esa agua.

 

 

Jesús dijo: “Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llame se le abrirá”.

Y Mercedes, la mujer fuerte y paciente, comenzó a ver.

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