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???EL EFECTO AL QUE PUEDE ASPIRAR LA LECTURA ES CAMBIARLE LA VIDA A LA GENTE???

???Fantasmas del saber (Lo que queda de la lectura)???, de la nueva colección de la editorial Ampersand, convocó a autores como Jitrik pero también a José Emilio Burucúa, Daniel Link y Silvia Molloy.

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Entrevistas. Crédito: El escritor y crítico literario Noé Jitrik señala que el efecto al que puede aspirar la lectura es a cambiarle la vida a la gente.

El escritor y crítico literario Noé Jitrik (Buenos Aires, 1928) afirma que la “literatura es un enigma” al que siempre está tratando de acercarse y, al presentar “Fantasmas del saber (lo que queda de la lectura)”, en el que indaga sobre su vínculo con la lectura y traza el mapa los libros que lo marcaron, advierte que “el efecto al que puede aspirar la lectura es a cambiarle la vida a la gente”.

“Fantasmas del saber (Lo que queda de la lectura)” es el primer libro de una nueva colección de la editorial Ampersand que convocó a autores como Jitrik pero también a José Emilio Burucúa, Daniel Link y Silvia Molloy para escribir ensayos en clave a la vez reflexiva y autobiográfica acerca de la lectura, el mundo de los libros, las bibliotecas y los archivos.

Jitrik, autor de cuentos, novelas y ensayos críticos, literarios e históricos, traza un itinerario en el que desarrolla su vínculo con la lectura, que va desde el primer libro que leyó, “La cabaña del Tío Tom”, a su apasionado descubrimiento de Franz Kafka, su encuentro con el mundo de Roberto Arlt y lo que fue significando ese ritual a lo largo de su vida.

Despertar, Desplazarse, Vértigo, Cacería, Provocación son los nombres de algunos de los once capítulos que componen el libro en el que Jitrik describe el acto de leer como “físico” porque señala que “compromete vísceras, mente y corazón”, y señala que “es como caminar, a medida que se lee, cuando uno camina, otras lecturas lo están esperando, otros mundos y otras voces”.

Al final del libro se pueden encontrar todos los títulos que fueron nombrados por Jitrik, que actualmente se desempeña como director del Instituto de Literatura Hispanoamericana de la UBA.

 

-¿Una vez terminado el libro, hay alguna lectura que cree que le faltó mencionar?

-Unas cuantas. Me pareció interesante que estén los libros mencionados y eso me hizo pensar justamente en lo que falta. Por ejemplo no consideré la Biblia y sin embargo en algún momento la leí. En mis lecturas juveniles ocupó mucho lugar Julio Verne. Todos estos libros son posteriores a la lectura del primer libro grande que leí que fue “La cabaña del tío Tom”, que sin duda fue un quiebre para mí, como lo fue después la lectura de Rubén Darío y la de “La parte del fuego” de Maurice Blanchot.

 

-¿Cómo serían esos quiebres en su experiencia como lector?

-Son como postigos, que se abren en una ventana que estaba cerrada y el paisaje que se empieza a ver es nuevo, es diferente, estimulante, lo detiene a uno en su pensamiento y el efecto final es que uno es otro. No pasa eso con todos los libros. El efecto al que puede aspirar la lectura en general es a cambiarle la vida a la gente.

 

-La lectura de Kafka también es relatada como un momento importante en su vida.

- Sí, me encerré a leer a Kafka. Fue un momento posterior a mi entrada a la facultad en el año 49 y lo mismo me pasó al leer a Sarmiento y a Roberto Arlt. Son libros que recuerdo que me provocaron lo mismo: no me dejaban dormir. De Sarmiento fue el Facundo, que es alucinante. Su lectura actual suele ser polémica, pero las imágenes que se precipitan no hay porque subordinarlas a los conceptos sarmientinos. Lo que no deja dormir es el libro, pero también el sujeto que lo concibió, que aparece en el libro como alguien capaz de despertar a los demás de una especie de sueño, de sopor en el que solemos vivir.

 

-¿En el último tiempo hay algún texto con el que le haya pasado algo así?

-Esos fueron terremotos que me gusta pensarlos como libros insomnes. Pero hubo otros que me impresionaron como “El último encuentro”, de Sándor Marai, que me detuvo la respiración. Hay otros libros que no menciono como los de Thomas Berger que son muy fuertes y me provocaron la misma emoción que el de Marai.

 

-¿Cómo fue la experiencia de la lectura estando exiliado en México?

-Respondía a mi interés de adecuar mi vida, lo que traía, a la vida que me estaba esperando y para hacer esa adecuación tenía que comprender algo de esa cultura, de esos comportamientos, de esa gente y uno de esos caminos era tratar de comprender lo que pasaba con los seres con los que uno se topaba. El otro era la literatura y fue deslumbrante, más allá de lo que ya conocía, como la obra de Rulfo. Pero estar, conversar con Rulfo le daba otro espesor a mí relectura porque me hacía entrar en otro orden de conocimiento, de emociones. Lo mismo me pasó con la literatura mexicana del siglo XIX, que me pareció fascinante por su riqueza, su interés, y mucho más madura que la del mismo siglo en Argentina, salvo Sarmiento que es una excepción en cuanto a la posibilidad de ser escritor.

 

-¿Qué le gustaría que encuentre quien lea el libro?

-Me gustaría que quien lo lea pueda pensar que la literatura puede ser algo gratificante y no solo objeto de conocimiento. Es una gratificación de una índole muy particular como la comida: uno come para alimentarse, pero de pronto uno siente que ciertos platos son gratificantes porque lo hacen a uno encontrarse con un sentido y leer es también un poco eso. Leer es una ceremonia secreta porque es muy individual. Si uno toma un libro entre las manos y se sienta a leer, está solo con el libro. Es un ritual secreto, porque los rituales eclesiásticos son públicos pero estos no. Uno lee solito.

 

-En el libro hay una alusión a su timidez y a su temor a encontrarse cara a cara con escritores que admiraba como Borges.

-Me lo crucé varias veces. En el 53 me estaba despidiendo de Buenos Aires y caminando desde Corrientes hasta Retiro me lo cruzo y él iba en dirección contraria. Cuando vuelvo hago el recorrido contrario, desde Charcas a Corrientes, y Borges camina en el sentido contrario. Eso marcó mis posibilidades de interpelarlo. Otra vez me lo crucé en los Estados Unidos, cuando esperaba un ascensor, el salía y yo intentaba subir. Nunca intenté acercarme porque esa es la vida del escritor. Algunos escritores son amigos, pero eso es otra cosa.

 

-¿Cómo definiría el ejercicio de la lectura?

-Es lo que permite nuevas experiencias, porque uno cuando empieza a leer y lee plenamente, luego quiere seguir leyendo. Ese es el secreto, despertar la curiosidad, no la obligación de ser culto. La curiosidad se despierta cuando se pone en ejercicio, antes no hay curiosidad. Yo siempre estoy tratando de acercarme a la literatura y ese enigma es atrayente. Toda mi vida ha girado en torno a ese enigma. Es interesante cuando uno puede relacionar un libro que leyó con otros, ya sea del mismo autor o con otros autores.

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