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NO S??LO UNA PLANTA

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El Jume Crédito: Arbusto de la forma de helecho gigante, crece en las zonas salitrosas

El Jume, arbusto de la forma de helecho gigante, crece en las zonas salitrosas. El sabor de sus hojas es algo salado e incita al ganado a comer los cogollos tiernos. —La carne de los animales de faeneo que se alimentan de este arbusto, es sabrosa en extremo—. En las faenas rurales la utilizan para tapar parvas y su leña a mucha exigencia, es empleada como combustible. —Sus hojas, reducidas a ceniza, son usadas para la preparación de la mazamorra. Toman un jarro donde echan la ceniza y agua caliente. Una vez que el agua está bien clarita, se le agrega a la mazamorra adquiriendo ésta un color amarillento y un sabor riquísimo. A esto llaman “legía de jume”—. Los gajos de jume, atados con cintas coloradas, formaban parte de la bolsa mágica de nuestros hechiceros quienes la usaban para causar “daño”. Eso sí, debían ser distribuidas dentro de una salamanca para que tuvieran “poder”.

 

 

Con sus cenizas, ricas en potasa, se elabora el “jabón de jume”. Cuentan que en épocas ya lejanas, tal elaboración así como la de velas de sebo, eran motivo de fiestas que prolongaban hasta el amanecer. Precisaban el sitio donde debían reunirse y allí se contaban entre los presentes al guitarrero, al bombisto y al violinista, al curandero, la “traviesa” o bruja, mozos y chinitas; las “maestras” en el jabón y sus ayudantes. Todos cobijados a la sombra de coposos algarrobos, demostraban sus habilidades y su ciencia. Grandes fogatas esperaban a las ollas y tarros, que cargados de agua, huesos y grasas, se afirmaban en trebes y comenzaban a hervir mientras que una chinita, con un mecedor de tala ancho, afectando la forma de una espumadera, batía el contenido a la vez que quitaba las impurezas que aparecían en la superficie. Poco a poco iban agregando cal y ceniza de jume, en proporción tal que no cortara las materias grasas.

 

 

Cuando se creía que todo estaba a punto, introducían en la olla un palito que al retirarse, si salía limpio, es porque debía retirarse la olla del fuego. —Le quitaban los huesos y vaciaban el contenido, que era espeso, en una batea de algarrobo donde se enfriaba hasta adquirir la consistencia del jabón-. El jabón medicinal “de vaca”, lo trabajaban en la misma forma, agregándole hediondilla que adquiriera el color verde y fuera más compacto. Lo empleaban en la medicina casera para lavar y jabonar con agua tibia las “almorranas” y los “chupos”. Hoy también lo emplean para suavizar la cara y el cabello.

 

 

Mientras las “maestras” en materia de jabón estaban entregadas a las atareas descriptas, los músicos hacían las delicias de los reunidos ya contando o gastando bromas chispeantes que la mozada celebraba de buen humor. La única que no participaba de éste jolgorio era la “traviesa”, que adoptaba pose circunspecta para hacerse respetar. A ésta la satisfacían en todo y de buen grado. Como los casos de brujería son frecuentes en estos lugares, todos tomaban las debidas precauciones para evitar cualquier “daño” impensado. —Las “maestras” del jabón se turnaban para servirla con asado, mate de leche o alojita fresca y en forma disimulada, evitaban que la “traviesa” se acercara a las ollas, para que no se cortara el jabón—.

 

 

—Este vapor hace mal Ña Fermina,  le decía una.

—Siéntese y diviértase, tan cortita es la vida, agregaba otra

—Servile alguito a Ña Fermina, pedía una tercera.

—Préndele el cigarro, vociferaba una cuarta.

—Servile agua en el poronguito que trujo tu tata…

 

 

Y así, mantenían a raya a la bruja.

 

 

Los hombres, por nada del mundo se quitaban los sombreros y es el caso de “Pancho”, el último en llegar a una de estas fiestas después de saludar, puso su sombrero sobre una catre de lazo. Con el mayor disimulo le advirtieron al incauto la presencia de Ña Fermina, la bruja y… ¡Aquí te quiero ver para salvar la situación sin que se diera cuenta la “traviesa”!

 

El guitarrero lo hizo salir de tamaño entrevero, diciéndole:

—Ya que tarde llegaste, toma tu sombrero y bailá con la Mariquita un “Sombrerito”.

Todos aplaudieron no por el baile sino porque el sombrero volvía a su dueño libre de brujería.

A la voz de: ¡Aura y se fue!, comenzó el guitarrero:

 

Una vez quise  a una vieja,

Y después me sabía pesar.

Corrumbá, corrumbá…

Delante de tanta gente,

me sabía querer besar.

Corrumbá, Corrum…bá…

Tamalera por aquí,

jabonera por allá.

Sombrerito y sombrerito,

sombrerito en su lugar.

Corrumbá, Corrumbá.

    

El maleficio del sombrero consiste —según dicen— en que si lo toma la bruja y se lo pone, el propietario del mismo de hecho queda hechizado. Enferma sin saber de qué y su mal resulta incurable.

 

 

Pero volvamos a lo nuestro: Todos los que contribuyeron para hacer el jabón, se llevaban su parte: Una o dos marquillas. Cada marquilla equivalía a una barra de jabón actual. Los beneficiados rodeaban las bateas. Allí estaba el curandero que con toda la humildad decía:

— Vamos a echar la Cruz del Señor antes de repartir.

Tomaba un poco de ceniza de jume y haciendo una cruz en cada batea, musitaba a manera de rezo:

—En nombre de Dios te hago la Cruz del Señor para que seas bueno y quites toda mancha.

Los presentes se persignaban y repetían en coro: Amén.

Las “maestras” con pulso firme y equitativo, cortaban las marquillas que cada una levantaba según le correspondía. La “traviesa” no ponía nunca ni una pisca de nada pero cada mujer cortaba un pedazo de su marquilla y se la obsequiaba, temerosas de que las embrujara. Era así la que se llevaba la mejor parte y ella, en retribución, se portaba bien, “no conversaba con el diablo ni con su compañera la lechuza durante su permanencia en la fiesta del jabón”.

Terminado el reparto, todos regresaban a sus ranchos, llenas las barrigas de misturas y aloja y repitiendo frases como estas: “Barriga llena, corazón contento”; “Cuervo que come, alza vuelo”; “perro que sale con hueso, vuelve”; “Queden todos con Dios y será hasta otra vuelta”.

Varios son los dichos populares en torno al jabón de jume. He aquí dos de ellos:

A un niño que se lo amenaza con una buena tunda, se le dice: —“Te voy a dar té de lonja y jabón de jume”—. Y se pregona el producto en la siguiente forma:

 

Quiere jabón, jaboncito,

el talón de Juancito.

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