Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
Especiales Cultura

DÍA MUNDIAL DEL ARTE

Una celebración en la que se juntan todas las expresiones que nacen de lo más profundo de cada uno. Formas de contar y de reflejar emociones, plasmadas en los más diversos materiales y representadas en todo tipo de escenarios.

No hubo un acuerdo del planeta para definir esta fecha como una celebración universal, pero en  2012 más de 150 artistas de diferentes países promovieron reconocerla por ser el nacimiento de Leonardo da Vinci.

 

 

Cada 15 de abril celebramos el Día Mundial del Arte, su celebración si se quiere es reciente, y apenas se comenzó a realizar en 2012.

 

 

Aunque la Organización de las Naciones Unidas no ha estipulado la fecha como una celebración universal, una propuesta presentada en la 17ª Asamblea General de la Asociación Internacional de Artistas Plásticos, celebrada en Guadalajara México, fue apoyada por más de 150 artistas del planeta.

 

 

Esta asociación trabaja con la Unesco. Artistas plásticos criollos representan al país en conjunto con otros de 13 países de la región, quienes formaron parte fundamental de la primera celebración, y desde entonces contribuyen con la misma.

 

 

La fecha se eligió en honor al día del nacimiento de Leonardo da Vinci, quien fue seleccionado como un símbolo mundial de paz, tolerancia, fraternidad y multiplicidad cultural, dejando claro que el arte también es importante en otros campos de la vida humana.

 

 

 

Leonardo nació en 1452 en la villa toscana de Vinci, hijo natural de una campesina, Caterina (que se casó poco después con un artesano de la región), y de Ser Piero, un rico notario florentino. Italia era entonces un mosaico de ciudades-estado como Florencia, pequeñas repúblicas como Venecia y feudos bajo el poder de los príncipes o el papa. El Imperio Romano de Oriente cayó en 1453 ante los turcos y apenas sobrevivía aún, muy reducido, el Sacro Imperio Romano Germánico; era una época violenta en la que, sin embargo, el esplendor de las cortes no tenía límites.

 

 

A pesar de que su padre se casaría cuatro veces, sólo tuvo hijos en sus dos últimos matrimonios, (once en total, con los que Leonardo entablaría pleitos por la herencia paterna), por lo que el pequeño Leonardo se crió como hijo único. Su enorme curiosidad se manifestó tempranamente: ya en la infancia dibujaba animales mitológicos de su propia invención, inspirados en una profunda observación del entorno natural en el que creció. Giorgio Vasari, su primer biógrafo, relata cómo el genio de Leonardo, siendo aún un niño, creó un escudo de Medusa con dragones que aterrorizó a su padre cuando se topó con él por sorpresa. Consciente del talento de su hijo, su padre le permitió ingresar como aprendiz en el taller de Andrea del Verrocchio. A lo largo de los seis años que el gremio de pintores prescribía como instrucción antes de ser reconocido como artista libre, Leonardo aprendió pintura, escultura y técnicas y mecánicas de la creación artística. El primer trabajo suyo del que se tiene certera noticia fue la construcción de la esfera de cobre proyectada por Brunelleschi para coronar la iglesia de Santa María dei Fiori. Junto al taller de Verrocchio, además, se encontraba el de Antonio Pollaiuolo, en donde Leonardo hizo sus primeros estudios de anatomía y, quizá, se inició también en el conocimiento del latín y el griego. Joven agraciado y vigoroso, Leonardo había heredado la fuerza física de la estirpe de su padre; es muy probable que fuera el modelo para la cabeza de San Miguel en el cuadro de Verrocchio Tobías y el ángel, de finos y bellos rasgos. Por lo demás, su gran imaginación creativa y la temprana pericia de su pincel no tardaron en superar a las de su maestro. En el Bautismo de Cristo, por ejemplo, los inspirados ángeles pintados por Leonardo contrastan con la brusquedad del Bautista hecho por Verrocchio.

 

 

El joven discípulo utilizaba allí por vez primera una novedosa técnica recién llegada de los Países Bajos: la pintura al óleo, que permitía una mayor blandura en el trazo y una más profunda penetración en la tela. Además de los extraordinarios dibujos y de la participación virtuosa en otros cuadros de su maestro, sus grandes obras de este período son un San Jerónimo y el gran panel La adoración de los Magos (ambos inconclusos), notables por el innovador dinamismo otorgado por la destreza en los contrastes de rasgos, en la composición geométrica de la escena y en el extraordinario manejo de la técnica del claroscuro.

 

 

Florencia era entonces una de las ciudades más ricas de Europa; las numerosas tejedurías y los talleres de manufacturas de sedas y brocados de Oriente y de lanas de Occidente la convertían en el gran centro comercial de la península itálica; allí los Médicis habían establecido una corte cuyo esplendor debía no poco a los artistas con que contaba. Pero cuando el joven Leonardo comprobó que no conseguía de Lorenzo, el Magnífico más que alabanzas a sus virtudes de buen cortesano, a sus treinta años decidió buscar un horizonte más próspero.

 

 

En 1482 Solicita a Ludovico el Moro (Duque de Milán) entrar a su servicio como ingeniero, inventor, arquitecto y artista. En cuya corte se quedaría diecisiete años como “pictor et ingenierius ducalis”. Aunque su ocupación principal era la de ingeniero militar, sus proyectos (casi todos irrealizados) abarcaron la hidráulica, la mecánica (con innovadores sistemas de palancas para multiplicar la fuerza humana) y la arquitectura, además de la pintura y la escultura. Fue su período de pleno desarrollo; siguiendo las bases matemáticas fijadas por León Battista Alberti y Piero della Francesca, Leonardo comenzó sus apuntes para la formulación de una ciencia de la pintura, al tiempo que se ejercitaba en la ejecución y fabricación de laúdes.

 

 

Estimulado por la dramática peste que asoló Milán y cuya causa veía Leonardo en el hacinamiento y suciedad de la ciudad, proyectó espaciosas villas, hizo planos para canalizaciones de ríos e ingeniosos sistemas de defensa ante la artillería enemiga. Habiendo recibido de Ludovico el encargo de crear una monumental estatua ecuestre (estatuas con caballos) en honor de Francesco, el fundador de la dinastía Sforza, Leonardo trabajó durante dieciséis años en el proyecto del “gran caballo”, que no se concretaría más que en un modelo en barro, destruido poco después durante una batalla.

 

 

Resultó sobre todo fecunda su amistad con el matemático Luca Pacioli, fraile franciscano que hacia 1496 concluyó su tratado De la divina proporción, ilustrado por Leonardo. Ponderando la vista como el instrumento de conocimiento más certero con que cuenta el ser humano, Leonardo sostuvo que a través de una atenta observación debían reconocerse los objetos en su forma y estructura para describirlos en la pintura de la manera más exacta. De este modo el dibujo se convertía en el instrumento fundamental de su método didáctico, al punto que podía decirse que en sus apuntes el texto estaba para explicar el dibujo, y no al revés, razón por la que Leonardo da Vinci ha sido reconocido como el creador de la moderna ilustración científica.

Comentarios

Te puede interesar

Teclas de acceso