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Especiales Zoco de la buri buri

Asao solo

No tengo anemia, tengo anomia, no tengo embolia, tengo embole. Eso nomas tenía que haber hecho hoy día, un asao solo.

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Cultura Zoco Crédito: Jorge Rosenmberg.
Jorge Rosenberg

Por Jorge Rosenberg

Dispuesto a jugar con la inconmensurable tarea de dialogar conmigo mismo, sin otro comensal que yo mismo, enciendo el fuego para semejante acto de arrojo:  ramitas secas, papel de diario, papeles míos con bocetos descartados y carbón.

 

Hoy no puedo decir que mucha gente que hay, andando me voy a pegar un chirlo solo. Siempre, en los últimos tiempos he andado pensando en hacer un asao para mí solo, sin ninguna sombra, sin testigos ni coloquios, como si ésta fuera la parrilla más importante de la existencia humana, para el amado resto.

 

Día domingo, mediodía, si un domingo santiagueño no es un domingo cualquiera, este es menos que cualquiera. Casi agostada nuevamente la vida, me dispongo para un ejercicio metafísico de individualismo social. Ensaladita poquita en el plato hondo, flojita la ensalada, sin mantel, de paradito junto al asador (el altar salvacionista del agnóstico).

 

No hay nadie en la casa, es preciso seleccionar imágenes que subirán como fantasmas por el humo de blanco. El mundo se ha convertido en una calamidad y como escribió el genio de Kafka “el pasado no sirve para llenar el estómago”, ya voy disponiendo unas morcillitas y el pancito caliente del tajante presente, aunque se trate del presente imperfecto del subjuntivo y tenga muchas ganas de llorar.

 

Despierto el patio, enfrento sin menoscabo cualquier tipo de arbitrariedad. Mi patio verde y rojo. Vislumbro debajo del cielo azul celeste y parado sobre la tierra de mi patio verde y rojo, que debo soportar o perdonar el poco de brea que haya venido mezclada en la bolsa de carbón, no será la primera vez que tenga que hacerme el tonto con las inevitables falsedades que a veces trae acarreada una parrilla o una vida.

 

¿Quién existe y quién no?, la diferencia que existe entre amigos  muertos y los vivos es directamente proporcional a esta decisión casi elocuente de hacer un asao solo, total los desaparecidos siempre de algún modo aparecen y a los no desaparecidos no he tenido tiempo de invitar, o no he tenido ganas por la posibilidad de sufrir un atentado a mi interesante proyecto de la gran soledad.

 

Como no he tenido intención de criminalizar, de morigerar, de judicializar ni merituar mi vacío, he comprado un vacío de kilo y medio en la carnicería de Diganchi, alcanza y sobra. No soy capaz de preparar una barbacoa solo, vistiendo un dentalito estúpido como en las películas de los norteamericanos felices, pero un asao sólo en Santiago del Estero sí, aunque el costo terrible sea llegar al fondo de las cosas, linda valentía que tengo, te la regalo pero no.

 

Lindo tinto mi Dios, en mi vaso preferido navegan desde hace rato mis labios dichosos, siento la caricia de sombra de la morera enternecida que cubre el mundo y ese tren de juguete que se llama corazón. Todo es posible, me digo, todo es posible, miro los ojos de mi perro y me digo, todos es posible.

 

Afuera la ciudad exige una intensa fumigación y un pronto despacho que no llega. Siento que se va hundiendo el atardecer y está muy cerca la alapasión de un nuevo septiembre de la vida. Habrá que vivir a toda costa, voy a la cama a dormir, no voy a dormir la siesta, voy a dormir la tarde porque es domingo y porque tengo razón.

 

 

“La verdadera”

2004

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