Como en las peores épocas de la dictadura militar y como un resabio de los grupos de tareas de Musa Azar, el subcomisario Ariel Castillo, jefe de la División Homicidios y Delitos Complejos de la Policía provincial, envió varios efectivos —entre ellos una policía femenina— hacia este Multimedio, con el objetivo de incautar fotografías de Ricardo Rizzo Patrón (privado de la libertad por el caso de la empresaria Estela López), que habían sido tomadas en su lugar de detención por una reportera gráfica de Nuevo Diario.
El personal policial pidió hablar con la fotógrafa, pero fue atendido por el jefe de redacción de Nuevo Diario, quien ante la insistencia de los efectivos en hablar con la fotógrafa por “un mensaje del jefe”, respondió que debían hablar con él.
Uno de los policías llamó por teléfono al subcomisario Castillo y le pasó el aparato al jefe de redacción, a quien Castillo le reclamó por las fotografías que —en cumplimiento de su trabajo— había realizado la reportera, amenazándolo con hablar con el juez para que adopte medidas.
Incluso había personal policial fuera del edificio, que servía de apoyo a los que ingresaron para intentar apretar a la fotógrafa, a fin de que les devuelva las imágenes, pero chocaron con la firme decisión del jefe de redacción de Nuevo Diario, quien les explicó que la reportera cumplió con su trabajo.
La actitud de los policías y del jefe policial hicieron recordar épocas que no se quieren volver a vivir.
