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Especiales

El quichua-castellano de los trabajadores ???golondrina??? del maíz

Los escasos estudios sociolingüísticos locales sobre la variante quichua hablada en Santiago del Estero, diagnostican una situación de pérdida de dicha lengua en beneficio del castellano. Pero nos preguntamos lo siguiente: ¿qué niveles de interacción, contextos sociales, franjas etarias, trayectos grupales, ambientes de uso, y otros aspectos deberíamos tener en cuenta para “diagnosticar” ese desplazamiento lingüístico? 

 

Veamos un caso posible para responder. Según estudios recientes, Santiago del Estero (SdE) es la provincia que más trabajadores migrantes provee a otras zonas agroproductivas de Argentina: de un total de 150.000 a 200.000 “golondrina” o trabajadores rurales migrantes estacionales (TRME) que se trasladan de una provincia a otra, se estima que entre 40.000 y 60.000 son santiagueños. 

 

En esta breve nota describiremos un modo de bilingüismo situado que no ha sido suficientemente abordado como factor sociolingüístico relevante. Es el caso de miles de TRME, una fuerza laboral subregistrada por empleadores multinacionales, que viaja a la pampa húmeda argentina para la “desflorada” (despanojado) de maíz.

 

El trabajo rural migrante estacional ha sido abordado principalmente con una bibliografía más profusa, entre otros, en la literatura regional y los estudios laborales durante el siglo XX, la sociología regional y laboral. Por otro lado, las investigaciones sociolingüísticas refieren muy vagamente a las migraciones rurales estacionales, sin enfocar en el orden de los usos.

 

Realizamos entrevistas en profundidad a 13 trabajadores de diversas edades, y numerosas charlas informales con 35 jóvenes, todos provenientes de los departamentos Figueroa y Salavina (100 km. al N y 250 km. al SE de Santiago Capital, respectivamente). Realizamos observación participante durante 45 días en una cuadrilla de TRME en terrenos de una semillera multinacional.

 

Recurrimos a una perspectiva etnográfica, tomando la perspectiva antropológica del habla como una práctica social, observando el bilingüismo como un proceso situado, y configurado desde la perspectiva de sus hablantes. Reconstruimos la trama socio-laboral al interior de la cuadrilla de los TRME. También recurrimos a un soporte teórico sobre ideologías lingüísticas y socialización lingüística, para comprender, respectivamente, las identificaciones, afectividades y fuerzas que operan en los usos bilingües determinados, y la configuración de un bilingüismo tardío y fluctuante.  

 

Observamos que la trama laboral, si bien se presenta como un ambiente de suma precariedad en recursos, alimentación, problemas de salud, controles laborales, y tratos coercitivos por parte de los empleadores directos, también aparece una trama compleja que no se circunscribe a un perfil unidireccional de empleadores dominantes sobre trabajadores pasivos. Los trabajadores “golondrina” realizan numerosas tácticas sociolingüísticas en momentos de trabajo y de ocio.

 

La categoría nativa del “silencio” mientras trabajan, no se explica sólo por el quichua como amenaza de despido, sino que es un silencio necesario mientras se despanoja el maíz, lo cual exige mucha atención (“la flor apura”). Además, muchos capataces son santiagueños y bilingües. Incluso, muchos “golondrina” bromean en quichua a los jefes de lote, y todos aseguran que es en la “desflorada”, donde más cuentos aprenden.

 

Este ambiente de “picardía” permite entender otro aspecto: muchas referencias al quichua parten de otros usos que no se relacionan con los conflictos mencionados, sino que indican las vinculaciones que los TRME tienen con su propia red de sociabilidad de origen, puesto que los integrantes de la cuadrilla son de la misma zona: vecinos, conocidos o familiares.

 

Nos centramos en varios aspectos clave para entender el escenario sociolingüístico: el ambiente de coerción, concreto y eficaz en el rendimiento de la flor del maíz; un refuerzo del ambiente de uso bilingüe de la red familiar extendida, que no sólo no perjudica la transmisión intergeneracional del quichua, sino que lo potencia; un intensivo “curso” de lengua quichua para trabajadores que entienden quichua, pero no lo hablan; y jóvenes monolingües en castellano, que se convierten en oyentes activos de quichua.

 

Por otra parte, este ambiente es determinante en la socialización bilingüe: por el número implicado de trabajadores (una parcela significativa de esos 60.000), por el tiempo de socialización extra-familiar (20-70 días), y por el tipo de interacciones establecidas al interior del ambiente grupal (“99% quichua” manifestado en charlas nocturnas de mucha confianza, y por el intenso caudal narrativo bilingüe que escuchamos en momentos de ocio).

 

La trama socio-laboral está indicando algo contradictorio, al menos para nuestra perspectiva: las condiciones del trabajo agrario neoliberal pueden llegar a funcionar como (o se convierten en un sorpresivo) factor de transmisión-mantenimiento de la lengua quichua.

 

El dato “paradójico” de que hay un control laboral que funciona como prohibición en quichua, y a la vez hay una intensa socialización en dicha lengua, contradice las propias posiciones personales de compromiso con estos obreros rurales, y esto se convierte en reflexividad de nuestro proceso metodológico.

 

Esta parcela social de los TRME bilingües permite problematizar a una mirada sociolingüística que, en su tarea de diagnosticar críticamente el desplazamiento de muchas lenguas minoritarias nativas, las proyecta como un objeto acumulativo que se pierde gradualmente en la mente de los hablantes “pasivos”.

 

Debemos contemplar que las subjetividades bilingües pueden fluctuar de acuerdo con nuevos contextos de socialización lingüística, que no es sólo familiar, vecinal o escolar: en el caso se trata de este trabajo laboral, que es extra-zonal. Una mirada a los microniveles de los eventos comunicativos, nos revela que los procesos reales de desplazamiento y resistencia lingüística son mucho más complejos.

 

Si bien es importante el debate sobre el mantenimiento de las lenguas nativas en la enseñanza, éste no debería ser un tema tan excluyente de cualquier análisis sociolingüístico. Además, comprobamos que los procesos de socialización bilingüe son complejos y no se restringen a la franja infantil (que es el escenario propio de “lo educativo” formal), sino a lo largo del ciclo vital de los bilingües. Todo esto sugiere que el trabajo migrante en Argentina podría ser considerado un factor muy importante de socialización lingüística, lo cual permite enriquecer significativamente la discusión sobre mantenimiento-desplazamiento lingüístico. 

 

En síntesis, observamos que las subjetividades bilingües (no el bilingüismo a secas) pueden fluctuar en diversos contextos de socialización lingüística. Una perspectiva antropológica permite una mirada sociolingüística más compleja sobre la diversidad de bilingüismos situados que efectivamente se realizan, se construyen, se resignifican o se ocultan por múltiples razones.

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