Hoy, Independiente Santa Fe, de la mano del santiagueño Sebastián Omar Pérez, puede quedar en la historia del futbol sudamericano o seguir por el camino del olvido.
En la jerga popular se dice que no hay nada peor que un león herido, tal cual viene el “rojo bogotano”, ya que estos últimos dos meses viene de traspié en traspié.
El último domingo, por ejemplo, perdió la posibilidad de arribar a las semifinales del torneo doméstico al caer en Barranquilla ante el Junior, equipo que semanas antes le arrebató en el mismísimo “El Campin” de Bogotá, la Copa Colombia; esto sumado a que el pasado fin de semana, un ex dirigente del club salió a ventilar “los trapitos al sol” y a acusar al actual presidente Pastrana de corrupción y de comprar partidos para que se quedaran con campeonatos.
Por estos lados, el clima está caldeado todo. Parece una olla a presión, que en cualquier momento puede estallar.
La final llegó y toda la presión recae en los jugadores, que trataron de abstenerse de todo lo que los rodea, se aislaron de todos en un hotel capitalino, entrenaron ayer sin atender a la prensa, concentrados y mentalizados en la grandísima oportunidad que tienen al frente.
El “león” olfateó sangre, tiene a la prensa en su terruño, todo está listo, sólo depende del mágico “chipaquero” y sus compañeros, para que la Copa quede en sus vitrinas.
