Desde el miércoles pasado que no los veían. Pero para los vecinos del barrio Rivadavia no era novedad. José Luis Falon Fernández (45 años) y su madre, Imelda Ramona Vega de Fernández (80), conocida como “Ñata”, vivían recluidos en su domicilio de Islas Malvinas 1.112 esquina Capitán Herrera.
Tenían escaso contacto con vecinos y familiares. La mujer padecía de diabetes, lo que le había complicado la visión, y hasta sufrió hace un tiempo un accidente cerebrovascular (ACV). Vivían de la jubilación de la mujer y una pensión de su difunto esposo.
Sin embargo, anoche, a las 22, la hermana de “Ñata”, quien vive al lado, sintió un olor nauseabundo que venía de la casa de su familiar. Cuando abrieron la puerta trasera sintieron el olor con más intensidad, volvieron sobre sus pasos y llamaron a la Policía que finalmente encontró un escenario dantesco: “Nata” yacía acostada en su cama y una sábana cubría su cuerpo. El mismo estaba putrefacto y llevaba al menos tres o cuatro días sin vida.
En otra habitación encontraron a su único hijo. Estaba ahorcado de uno de los tirantes del techo. En el lugar había una carta que relataba que su madre había sufrido mucho y dejaba detallado que el sepelio estaba cubierto e indicaba a quiénes les dejaba los bienes de la casa, entre otras palabras.
Por las condiciones en la que se encontraba el cuerpo de la mujer, no se pudo determinar anoche cuál fue la causa de la muerte. Por este motivo, se sostenían diversas hipótesis: desde que la mujer murió a causa de su enfermedad y el hijo decidió suicidarse; pasando porque el hijo asesinó a su madre para que dejara de sufrir y luego se mató; hasta de un pacto suicida, aunque con menor peso porque la salud de la mujer no le hubiera permitido decidir tal acto.
